Lectio Divina Dominical II de Pascua Ciclo B

«¡Felices los que no vieron, pero creyeron!»

Hno. Ricardo Grzona, frp

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PRIMERA LECTURA: Hechos 4, 32-35
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 118(117), 2-4.16-18.22-24
SEGUNDA LECTURA: 1 Juan 5, 1-6

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Juan 20, 19-31

19 En ese mismo día, el primer día de la semana, el domingo, cuando llegó la noche, los discípulos de Jesús estaban reunidos en un lugar con las puertas cerradas, porque tenían miedo de los líderes judíos. Entonces Jesús vino, se paró en el medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”

20 Después de haberles dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos estaban muy felices de ver al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Así como el Padre me envió, yo también los envío”.

22 Habiendo dio esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. 23 Si perdonan los pecados de alguien, esos pecados le son perdonados; pero si no los perdonan, esos pecados no serán perdonados”.

24 Resulta que Tomás, uno de los doce, que se llamaba “el Gemelo”, no estaba con ellos cuando Jesús llegó. 25 Entonces los otros discípulos le dijeron a Tomás: “¡Hemos visto al Señor!”

Él les dijo: “Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no toco con mi dedo en el lugar de los clavos y pongo mi mano sobre su costado, ¡no lo creeré!”

26 Después de una semana, los discípulos de Jesús estaban reunidos nuevamente allí con las puertas cerradas, y Tomás estaba con ellos. Jesús vino, se paró entre ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”

27 Entonces Jesús le dijo a Tomás: “Coloca aquí tu dedo y mira mis manos; coloca aquí tu mano y métela en mi costado. ¡Deja de dudar, sino más bien cree!

28 Tomas exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!”

29 Jesús le dijo: “¿Creíste porque me has visto?¡Felices los que no vieron, pero creyeron!”

30 Jesús hizo muchas otras señales delante de sus discípulos que no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y de esta manera, creyendo, puedan tener vida a través de su nombre”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Este domingo Segundo de Pascua, oramos con el texto de San Juan que comienza la narración el día de la Resurrección. Es decir el primer día de la semana, para los judíos, después del sábado. Ya al atardecer, después que el Evangelista nos ha contado que María Magdalena fue al sepulcro y no encontró el cuerpo, entonces volvió y lo dijo a sus Apóstoles y Pedro y Juan corroboraron que no estaba y luego cómo se le apareció a la Magdalena. Ahora Jesús Resucitado entra en el lugar donde ellos estaban.

Es importante el dato que ofrece Juan, estaban cerradas las puertas ¿Cómo entró Jesús? Es una muestra de su cuerpo glorioso y resucitado. Así no habla con este lenguaje tan simple que después de su muerte, ha entrado en otra dimensión inexplicable, sólo con estos hechos puede dar a entender.

Lo primero que hace es desear la paz. El “shalom” es mucho más de lo que pensamos ya que implica un deseo profundo de vivencia en prosperidad hasta la paz duradera. Y Jesús demuestra que sí es el mismo que han crucificado y matado en la cruz. Pues les muestra sus heridas.  Juan aclara que los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Tal vez fuera obvio decirlo, pero esta aclaración es importante, pues ellos habían vivido también la agonía, la pasión del Señor, desde su perspectiva de discípulos. Ellos que habían quedado tan tristes, pero ahora todo lo que pasaron, se reinterpreta desde el acontecimiento de la resurrección de Jesús.

Jesús sopla y dice reciban el Espíritu Santo. Muchos autores llaman a esto “el Pentecostés narrado por Juan”. Pero inmediatamente añade que Él ha sido enviado por el Padre y de la misma manera los envía a los discípulos. Y vuelve a insistir en que otorga la autoridad como Dios en “perdonar los pecados”. Lo que sólo Dios puede hacer, ahora lo delega a sus discípulos.

En esta escena no estaba Tomás, al que luego la Iglesia lo apoda “el incrédulo”. Es conocido por todos la frase: “si no pongo mi dedo en sus llagas y no meto mi mano en su costado abierto, no creeré”. El Evangelista Juan inmediatamente cuenta que una semana después Jesús vuelve a aparecerse y llama a Tomás, lo invita con amor a que corrobore que es Él quien ha vuelto de la muerte y le pide que sea un hombre de fe. La respuesta del discípulo incrédulo es: “Señor mío y Dios mío”.  Es el reconocimiento profundo y verdadero de darse cuenta que Jesús no es un simple maestro, es el “Señor” que quiere decir el dueño de la vida, de la historia. Es Dios. No hay título más supremo en este mundo y esas palabras encierran la síntesis de la fe cristiana más importante. Jesús es el Señor. Jesús es Dios que se encarnó en el seno de María y murió para salvarnos.

El texto finaliza con una idea muy alentadora para todos nosotros: “felices los que crean sin ver”. San Juan nos pone de relieve a todos los creyentes, que esa misma alegría que tuvieron los discípulos al ver al Señor la pueden tener también todos los creyentes en Él. Por eso mismo dice que estas palabras “quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías y creyendo en Él tengan la vida eterna”.

Reconstruimos el texto:

  1. ¿Cómo comienza este relato?
  2. ¿Dónde estaban los discípulos y porqué estaban en esa situación? ¿Qué sentimiento tenían?
  3. ¿Qué les dijo Jesús cuando apareció en medio de ellos?
  4. ¿Qué les mostró Jesús?
  5. ¿Qué les dijo con respecto a la misión que les daba?
  6. ¿Qué gesto realizó cuando les dijo “reciban el Espíritu Santo”?
  7. ¿Cómo se llamaba el Apóstol que no estaba con ellos en ese momento?
  8. ¿Qué dijo el Apóstol cuando escuchó lo que le dijeron?
  9. ¿Qué sucedió ocho días después? ¿Qué le dijo Jesús al discípulo incrédulo?
  10. ¿Cuál fue la frase que dijo el discípulo? ¿Qué significa esta frase?
  11. ¿Qué añadió Jesús sobre los creyentes que vendrían después?
  12. ¿Por qué Juan escribió todas estas cosas?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿También yo me encierro en mis formas de pensar, de sentir, de creer y no quiero aceptar que Jesús es más grande que mis formulaciones humanas?
  2. ¿Estoy convencido que ser un seguidor de Jesús es ser una persona de paz? ¿Recibo conscientemente la paz y la transmito?
  3. Los discípulos del Señor somos enviados por Él. ¿Estoy consciente que creer en Jesús también implica ser enviado por Jesús para la misión de transmitir la Buena Noticia?
  4. ¿Cuantas veces al igual que Tomás exijo “pruebas para creer”? ¿Qué dirá el Señor sobre todo esto?
  5. ¿Soy capaz de reconocer a Jesús resucitado y viviente en mi vida, en nuestra vida de Iglesia? Aún cuando parezca una respuesta sencilla es necesario repensar bien, pues el reconocer en mi vida a Jesús, implica vivir con alegría, vivir con la meta de llevar el Evangelio a la mayor cantidad de personas y no dejar que nadie me quite la esperanza.
  6. ¿Creo de verdad en que Jesús es el Mesías, es el Hijo de Dios y es el único que me salva?
  7. ¿Cuál es el concepto de Salvación que yo tengo? ¿Entiendo que por creer en Jesús tendré la vida verdadera?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Vamos a tomar el texto de la segunda Lectura de la Primera Carta de Juan, para hacerla nuestra oración.

1,5: Éste es el mensaje que le oímos y les anunciamos: que Dios es luz sin mezcla de tinieblas.
  1,6: Si decimos que compartimos su vida mientras caminamos a oscuras, mentimos y no procedemos con sinceridad. 1,7: Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, estamos en comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
  1,8: Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. 1,9: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de todo delito. 1,10: Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no está en nosotros.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.

Añadimos nuestras intenciones de oración.

Amén.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«¡Felices los que no vieron, pero creyeron!»
(Versículos 29)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

En lo personal, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Estamos revisando todo lo referente a mi salvación. Por lo que es importante decidir un cambio. Como acto de fe, voy a llevar en actitud misionera a alguna persona que esté pasando por un momento difícil, mi testimonio de creyente. Y también voy a realizar unas obras de caridad con alguien que lo necesite.

Con tu grupo, te propongo, que digamos entre todos cuántas veces somos parecidos al apóstol Tomás, por lo tanto analizamos todas las veces que pedimos a Dios pruebas constantes de su divinidad y de estar en medio nuestro. Por lo que vamos a realizar una obra que manifieste nuestra fe y nuestra alegría por ser creyentes. Somos felices porque creemos sin ver y esto lo haremos también llevando alegría, felicidad a personas que por algún motivo sufren. No dejes pasar esta oportunidad.

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