Lectio Divina Dominical de Ramos Ciclo A

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Hno. Ricardo Grzona, frp

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PRIMERA LECTURA: Isaías 50, 4-7
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 22(21), 8-9.17-18a.19-20.23-24
SEGUNDA LECTURA: Filipenses 2, 6-11

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

-Amén-

TEXTO BÍBLICO: Mateo 26, 14-75.27,1-66

14 Entonces uno de los doce discípulos, llamado Judas Iscariote, fue a hablar con los jefes de los sacerdotes, 15 y les dijo: “¿Cuánto me quieren dar si yo se los entrego? Ellos le fijaron treinta piezas de plata. 16 Y desde entonces Judas estaba buscando una oportunidad para entregar a Jesús.

17 El primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”

18 Él les respondió: “Vayan a la ciudad, a la casa de un cierto hombre y díganle: ‘El Maestro dice: mi tiempo está cerca. Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”.

19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó y prepararon la cena de Pascua. 20 Cuando anocheció, Jesús se sentó a comer con los doce. 21 Durante la cena, Jesús dijo: “Ciertamente les digo que uno de ustedes me traicionará”.

22 Estaban profundamente entristecidos y, uno por uno, comenzaron a preguntarle: “¿Acaso soy yo, Señor?”

23 Él respondiendo, dijo: “El que mete la mano conmigo en el plato, ése me traicionará. 24 Porque el Hijo del Hombre morirá como está escrito sobre Él, pero ¡ay del que traiciona al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para tal hombre que nunca hubiera nacido!”

25 Entonces respondiendo Judas, el traidor, le preguntó: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le dijo: “Tú lo has dicho”.

26 Mientras comían, Jesús tomó el pan, bendiciéndolo, lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo”.

27 Después, tomando la copa y dando gracias, se la dio a ellos, diciendo: “Beban todos de ella 28 porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada en favor de muchos para el perdón de los pecados. 29 Les digo que no volveré a beber este fruto de la uva hasta el día que beba un vino nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre”.

30 Luego cantaron himnos y se fueron al Monte de los Olivos, 31 y entonces Jesús les dijo: “Esta noche todos ustedes perderán la fe por causa mía, porque ha sido escrito: ‘Mataré al pastor, y las ovejas serán dispersadas’.32 Pero después de que Yo sea resucitado, iré delante de ustedes a Galilea”.

33 Entonces Pedro le dijo a Jesús, declarando: “Nunca te abandonaré, incluso si todos lo demás te abandonan”.

34 Pero Jesús le dijo: “Ciertamente te digo que esta misma noche, antes de que el gallo cante, dirás tres veces que no me conoces”.

35 Pedro le respondió: “¡Nunca diré que no te conozco, aún si tuviera que morir contigo!” Y todos los otros discípulos dijeron lo mismo.

36 Jesús, entonces, llegó con ellos a un lugar llamado Getsemaní y les dijo a los discípulos: “Siéntense aquí mientras yo voy a rezar”.

37 Jesús fue, llevando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo con él, y comenzó a sentir gran tristeza y angustia 38 y les dijo: “Mi alma está muy triste hasta el punto de muerte. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo”.

39 Caminado un poco más lejos, se postró con la cara en el suelo y rezaba, diciendo: “Padre mío, si es posible, ¡quítame esta copa de sufrimiento! Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

40 Luego regresó hacia donde estaban los discípulos y los encontró dormidos, y le dijo a Pedro: “¿No han podido estar despiertos conmigo ni una hora? 41 Estén despiertos y recen para que no entren en tentación. El espíritu de hecho está dispuesto, pero la naturaleza humana es débil”.

42 Por segunda vez Jesús se fue y oró, diciendo: “Padre mío, si esta copa de sufrimiento no se puede quitar de mí sin que yo la beba, entonces que se haga tu voluntad”.

43 Regresó otra vez y los encontró dormidos porque sus ojos estaban pesados de sueño. 44 Jesús los dejó de nuevo y se fue a rezar por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45 Luego volvió a donde estaban los discípulos y les preguntó: ¿Siguen durmiendo y descansando? Miren: ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre está siendo entregado en manos de los pecadores. 46 Levántense y vámonos. ¡Aquí se acerca el que me traiciona!

47 Jesús todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los doce. Una gran multitud lo acompañaba armada con espadas y palos, que había sido enviada por los jefes de los sacerdotes y líderes judíos. 48 El traidor les había acordado esta señal: “Arresten al hombre a quien dé un beso, porque ése es”. 49 Judas se acercó a Jesús y le dijo: “Maestro, la paz”. Y lo besó. 50 Entonces Jesús le dijo: “Amigo, haz lo que viniste a hacer”. Luego se acercaron, le echaron mano a Jesús y lo arrestaron. 51 Pero uno de los que estaban allí con Jesús extendiendo la mano, sacó su espada, y atacando a un sirviente del Sumo Sacerdote, le cortó una oreja.

52 Entonces Jesús le dijo: “Guarda tu espada, porque quien use una espada será asesinado por una espada. 53 ¿No sabes que, si le pidiera ayuda a mi Padre, me enviaría doce ejércitos de ángeles ahora mismo? 54 Pero en este caso, ¿cómo podría cumplirse lo que dicen las Escrituras?

55 En aquella hora Jesús dijo a la gente: “¿Vienen con espadas y palos para arrestarme como si fuera un bandido? Estaba enseñando todos los días en el patio del Templo, y no me arrestaron. 56 Pero todo esto está sucediendo para que se cumplan las Escrituras de los profetas”. Entonces todos los discípulos dejándolo huyeron.

57 Los hombres que arrestaron a Jesús lo llevaron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se reunieron algunos maestros de la Ley y algunos líderes judíos. 58 Pedro lo seguía desde lejos hasta llegar al patio de la casa del Sumo Sacerdote; entrando se sentó con los guardias para ver cómo iba a terminar.

59 Los jefes de los sacerdotes y todo el Alto Concilio del Sanedrín buscaban alguna acusación falsa contra Jesús para condenarlo a muerte; 60 pero no pudieron encontrar nada contra Él, aunque muchos afirmaban testimonios falsos sobre Él. Pero después vinieron dos testigos 61 que afirmaron: “Este hombre dijo: ‘Puedo destruir el Templo y construirlo nuevamente en tres días’”.

62 Entonces el Sumo Sacerdote se levantó y le preguntó a Jesús: “¿No vas a responder? ¿Qué declaran éstos contra ti?”

63 Pero Jesús guardaba silencio. Entonces el Sumo Sacerdote le volvió a preguntar: “En nombre del Dios viviente, exijo que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios”.

64 Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Además, les digo que desde ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentado al lado derecho del poder de Dios y viniendo sobre las nubes del cielo”.

65 Entonces el Sumo Sacerdote rasgó su propia ropa y dijo: “¡Ha blasfemado! ¡Ya no necesitamos más testigos! ¡Acaban ustedes de escuchar esta blasfemia! 66 ¿Qué deciden? Ellos respondieron: “¡Es culpable de muerte!”

67 Luego le escupieron en el rostro y lo abofetearon, mientras que otros lo golpearon con varas 68 diciéndole: “Profetízanos, oh Mesías, quién es el que te ha golpeado”.

69 Pedro estaba sentado afuera en el patio cuando una de las criadas se le acercó, diciendo: “También tú estabas con Jesús, el Galileo”.

70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo: “No sé de qué estás hablando”.

71 Luego se fue a la entrada del patio y otra criada lo vio y dijo a la gente que estaba allí: “También éste estaba con Jesús, el Nazareno”.

72 De nuevo lo negó jurando: “No conozco a ese hombre”.

73 Poco después, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: “De verdad, también tú eres uno de ellos, porque tu manera de hablar te delata”.

74 Entonces Pedro comenzó a maldecir y jurar: “¡No conozco al hombre!” E inmediatamente un gallo cantó, 75 y Pedro recordó lo dicho por Jesús: “Antes de que el gallo cante, dirás tres veces que no me conoces”. Entonces saliendo al abierto, lloró amargamente.

1 Tan pronto como amaneció, todos los jefes de los sacerdotes y líderes judíos se reunieron para planear matar a Jesús. 2 Habiéndolo atado, se lo llevaron y lo entregaron al gobernador Pilato.

3 Cuando Judas, el traidor, vio que había sido condenado, sintió remordimiento y fue a devolver las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y líderes judíos, 4 diciendo: “He pecado, entregando sangre de un inocente”. Pero ellos dijeron: “¿Qué tenemos que ver con eso? El problema es tuyo”.

5 Entonces Judas arrojando el dinero al Templo, salió de allí, se fue y se ahorcó.

6 Los jefes de los sacerdotes tomando el dinero, dijeron: “Este es dinero manchado de sangre, y no es permitido ponerlo en la caja de las ofrendas del Templo”.

7 Después de haber discutido el asunto, decidieron usar el dinero para comprar “el campo del alfarero”, a fin de servir como cementerio para los extranjeros. 8 Es por eso que ese campo todavía es llamado “Campo de Sangre”. 9 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel había acordado, 10 y las usaron para comprar el campo del alfarero, como el Señor me lo había dado ordenado” (Jer 19:1-13; 32:6-9).

11 Jesús estuvo de pie ante el gobernador, quien lo interrogó, diciendo: “¿Eres el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “Tú lo dices”.

12 Pero cuando Jesús fue acusado por los jefes de los sacerdotes y los líderes judíos, no respondió nada. 13 Entonces Pilato le dijo: “¿No estás escuchando las acusaciones que están haciendo en tu contra?”

14 Pero él no le respondió ni una sola palabra, y por esto el Gobernador se sorprendió mucho.

15 Cada fiesta de Pascua, Pilato solía liberar a uno de los prisioneros, al que quería la gente. 16 En ese momento, tenían un prisionero famoso llamado, (Jesús) Barrabás. 17 Entonces, cuando la multitud se reunió, Pilato les dijo: “¿A quién quieren que libere? ¿A Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías?

18 Pilato sabía bien que los líderes judíos lo habían entregado por envidia.

19 Mientras Pilato estaba sentado en la sala del tribunal, su esposa le envió el siguiente mensaje: “No tengas nada que ver con este hombre inocente porque esta noche, en un sueño, he sufrido mucho por causa de Él”.

20 Los jefes de los sacerdotes y los líderes judíos convencieron, entonces, a la multitud para que pidieran a Barrabás y sentenciaran a muerte a Jesús. 21 Preguntando el gobernador, les dijo: “¿Cuál de los dos quieren que libere?” Ellos dijeron: “Barrabás”.

22 Pilato les dijo: “¿Qué haré entonces con Jesús, el llamado Mesías?” le dijeron todos: “¡Sea crucificado!”

23 Él les preguntó: “¿Qué mal ha hecho? Pero ellos comenzaron a gritar con más fuerza: “¡Sea crucificado!”.

24 Pero cuando Pilato vio que no estaba obteniendo nada sino por el contrario se estaba formando una revuelta, envió a buscar agua y se lavó las manos delante de la gente y dijo: “Soy inocente de la sangre de este hombre. Véansela ustedes”.

25 Y toda la gente respondió: “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

26 Entonces Pilato les soltó a Barrabás; luego hizo azotar a Jesús y lo entregó para ser crucificado.

27 En ese momento los soldados del gobernador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la tropa a su alrededor. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron encima una capa roja; 29 luego trenzaron una corona de ramas espinosas, se la pusieron en la cabeza y le pusieron un bastón en la mano derecha. Seguidamente comenzaron a arrodillarse delante de Él y a burlarse, diciéndole: “¡Viva, el Rey de los judíos!”

30 Escupiéndole, tomaron el bastón y lo golpearon en la cabeza. 31 Después de burlarse de Él, le quitaron la capa roja y lo vistieron con sus propias ropas; luego lo llevaron para crucificarlo.

32 Mientras salían, los soldados se encontraron con un hombre llamado Simón, de la ciudad de Cirene, y lo obligaron a cargar su cruz. 33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota que significa “Lugar de la Calavera”. 34 Allí le dieron a beber vino mezclado con hiel, pero después de probarlo, no lo quiso beber. 35 Después de haberlo crucificado, dividieron sus ropas entre ellos, sorteándolos a dados. 36 Mientras estaban sentados allí, lo vigilaban. 37 Además colocaron un letrero sobre su cabeza con la acusación contra Él: “Éste es Jesús, el Rey de los judíos”. 38 En ese momento también con Él crucificaron a dos ladrones: uno a su derecha y el otro a su izquierda.

39 Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza, 40 y diciendo: “Tú que destruirías el Templo y en tres días lo volverías a construir! Si eres el Hijo de Dios, ¡baja ahora de la cruz!

41 Los jefes de los sacerdotes, maestros de la Ley y líderes judíos también decían: 42 “¡Él salvó a otros, pero no puede salvarse a sí mismo! Si es el rey de Israel que baje de la cruz ahora mismo y le creeremos. 43 Confió en Dios, que Él lo libre ahora si quiere porque ha dicho: ‘Soy Hijo de Dios’”.

44 E incluso los ladrones que estaban crucificados con Él también lo insultaban.

45 Al mediodía comenzó a oscurecer, y toda la tierra quedó en la oscuridad durante tres horas. 46 Alrededor de las tres de la tarde, Jesús gritó con gran voz: “Elí, Eli, ¿lemá sabactani?, que significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’”.

47 Algunas personas que estaban allí, al escuchar esto, decían: “Está llamando a Elías”.

48 Inmediatamente uno de ellos corriendo, tomó una esponja y la empapó en vinagre, la puso en el extremo de un palo y se la dio a beber, 49 mientras otros decían: “Deja. Veamos si Elías viene a salvarlo”.

50 En ese momento Jesús lanzó otro fuerte clamor y murió.

51 He aquí que la cortina del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y las rocas se rompieron. 52 Las tumbas fueron abiertas, y muchos cuerpos de los santos que habían muerto resucitaron, 53 y saliendo las tumbas después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa, donde se aparecieron a muchos.

54 El oficial del ejército romano y los que estaban vigilando a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que estaba sucediendo, tuvieron mucho miedo y dijeron: “Verdaderamente, éste era el Hijo de Dios”.

55 Algunas mujeres estaban allí, mirando desde lejos que habían seguido a Jesús desde Galilea, ayudándolo. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Jacobo, la madre de José y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Al llegar el atardecer un hombre rico llamado José de la ciudad de Arimatea, quien también era seguidor de Jesús. 58 Éste fue donde Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús; entonces Pilato ordenó que se lo entregaran. 59 José tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo colocó en una tumba nueva, que había sido excavada en la roca. Luego hizo rodar una gran piedra para cerrar la entrada de la tumba y se fue. 61 María Magdalena y la otra María estaban allí, sentadas frente a la tumba.

62 Al día siguiente, es decir, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se reunieron con Pilato 63 y le dijeron: “Señor, recordamos que, cuando aún estaba vivo ese mentiroso dijo: ‘Después de tres días resucitaré’. 64 Por lo tanto, ordena que la tumba quede bien asegurada hasta el tercer día, para que sus discípulos no puedan robar el cuerpo y luego digan a la gente: ‘Fue resucitado de entre los muertos”, ya que esta última mentira sería peor que la primera”.

65 Entonces Pilato les dijo: “Llévense una escolta de soldados y vayan a proteger la tumba lo mejor que puedan”. 66 Ellos se fueron, pusieron un sello de seguridad en la piedra y la dejaron con la guardia vigilando.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Durante el Domingo de Ramos, la Iglesia nos presenta los textos de la Pasión del Señor. Luego de esta entrada solemne en Jerusalén, continuando los textos bíblicos, vemos que Jesús entró para dar su vida en rescate por la nuestra. Tomaremos sólo algunas de las ideas centrales.

En la primera parte que está en el Capítulo 26, vemos la traición de Judas. Aquí un dato interesante es que en el texto el verbo “entregar” está cinco veces expuesta, pero en dos contextos diferentes.

Por un lado vemos a Judas, “entregando” al Señor en manos de sus verdugos. Pero por otro lado, vemos a Jesús que se “entrega” a sí mismo, para cumplir la voluntad del Padre.

Judas recibió una suma irrisoria, que eran treinta monedas de plata, que era la compensación que se daba cuando una persona mataba al esclavo de otra.

Es en la cena pascual, donde Jesús anuncia que uno lo va a “entregar” y todos preguntan “Señor, seré yo?” salvo Judas, que en vez de decirle Señor se dirige a él y le dice “seré yo Maestro”. Pués, Judas,  ya no reconoce a Jesús como el Señor. Así lo dice el texto.

Judas luego se ahorcó, pues si bien su traición fue gravísima, también lo fueron las negaciones de Pedro. Pero Pedro pudo arrepentirse y fue perdonado, Judas no creyó en el perdón, él se juzgó a sí mismo y prefirió pagar orgullosamente su pecado. Fue incapaz de dejarse amar por Dios.

Mateo narra con detalle el injusto momento de acusación a Jesús. Pilato finalmente se lava las manos y lo entrega para que lo crucifiquen. Otra vez está el verbo entregar… y lo llevan al lugar llamado Gólgota (que significa de la Calavera). En ese pequeño cerro, en las afueras de Jerusalén, la tradición judía tenía un pequeño lugar, en el que veneraban la tumba de Adán, o su cráneo. Adán, es la representación de toda la humanidad, y su pecado, es el pecado de todo el género humano. No significa que fuera la tumba real, sino la representación memorial, en aquel lugar, del destino de la humanidad caída. Representaba a todos los que en Adán han muerto y morirán. Justo arriba, estaba la cruz de Jesús. En el credo recitamos que Jesús descendió a los infiernos. Esto significa a las profundidades, ¿A dónde fue Jesús? Justamente abajo, a la tumba que representaba toda la humanidad en la que la muerte había triunfado antes, para redimirla.

Pasando al momento de la crucifixión de Jesús, tan conocida, tomemos esta idea fundamental: Cristo reina desde el trono de su cruz. La sentencia de muerte era esa: Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Jesús vino a reinar, pero no como los reyes poderosos que vinieron a sentarse en tronos, y dictaminar leyes muy duras. Como dijo el Papa Francisco, en su primera Eucaristía, si predicamos a un Cristo sin cruz, nuestra prédica es la de una ONG y no de la Iglesia Cristiana. Muchas cosas podemos decir del momento de la Pasión, pero una es la más importante: Jesús se entregó a sí mismo, para rescatarnos a nosotros. Y nos dio ejemplo con su propio sacrificio.

Jesús en la Cruz exclama: Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado. Y lamentablemente muchos predicadores que desconocen la Sagrada Escritura y las tradiciones del Pueblo de Israel, explican muy mal este pasaje. La costumbre judía de aprenderse los salmos de memoria nos remite a este momento. Cuando alguien quería recordar un Salmo, simplemente lo comenzaba a recitar para que todos lo siguieran (como nos pasa cuando decimos en voz alta: “¡Recemos! Y comenzamos… Padre Nuestro… -todos seguirán recitando la oración del Padrenuestro…). Jesús nunca se sintió abandonado del Padre, eso es hasta una blasfemia. Jesús está comenzando a recitar el Salmo 22, que comienza justamente así: “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado…” pero este salmo (que también puede tener la otra numeración entre paréntesis como 21), narra prácticamente toda la pasión, culmina diciendo que todos los confines de la tierra se volverán hacia el Señor. Porque el Señor es Rey y gobierna a Todos. El salmo 22 comienza narrando la tristeza, que se transformará en la alegría permanente.

Pero no habrá acción del Señor, sin su cruz, donde Él Reina.

Reconstruimos el texto:

  1. ¿Quién entregó a Jesús? ¿Qué le ofrecieron a cambio?
  2. ¿En qué momento anunció Jesús que sería entregado?
  3. ¿Qué dijo Jesús dando el Pan y dando el vino?
  4. Presentaron a Jesús ante Pilato, ¿Cuál fue la pregunta que éste le hizo al Señor?
  5. ¿Qué dijo la esposa de Pilato sobre Jesús?
  6. Cuando Pilato se lavó las manos diciendo que era inocente ¿Qué respondió el pueblo?
  7. ¿Cómo se llamaba el lugar donde crucificaron a Jesús y qué significa?
  8. ¿Qué le decían los sumos sacerdotes a Jesús crucificado?
  9. ¿Qué gritó Jesús con voz potente? ¿Qué Salmo estaba recitando?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Para nuestra Meditación, recordamos que no existe un cristianismo light, un cristianismo sin cruz, un cristianismo que sólo se quede en momentos sentimentales. Recordar el momento de la pasión y muerte del Señor, es también la centralidad de nuestra fe. Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, conformarán la noticia esperada. Pero no podemos quitar nada a este anuncio para que sea completo y para que sea salvífico.

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

  1. ¿Con cuáles personajes me identifico más de esta narración y porqué?
  2. ¿Soy consciente que Cristo sin su cruz, no tendría el sentido completo en mi vida?
  3. ¿Qué significa abrazar la cruz de Cristo en mi propia vida?
  4. ¿Acepto las ofensas y humillaciones que pueden sucederme?
  5. ¿Me glorío de Cristo Crucificado?
  6. ¿Me he sentido como dice el Salmo 22 como “abandonado por Dios? ¿Soy capaz de completar este proceso de dificultad llegando al fin del salmo donde Cristo Reina?
  7. ¿Cómo dejo a Cristo reinar en mi vida?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor, te propongo que hoy usemos algunos párrafos del salmo 22 para orar:

22,2: ¡Dios mío, Dios mío!,
¿por qué me has abandonado?,
¿por qué estás ajeno a mi grito,
al rugido de mis palabras?

22,3: Dios mío, te llamo de día y no respondes,
de noche y no hallo descanso;
22,4: aunque tú habitas en el santuario,
gloria de Israel.

22,5: En ti confiaban nuestros padres,
confiaban y los ponías a salvo;
22,6: a ti clamaban y quedaban libres,
en ti confiaban y no los defraudaste.

22,7: Pero yo soy un gusano, no un hombre:
vergüenza de la humanidad, asco del pueblo;
22,8: al verme se burlan de mí,
hacen muecas, menean la cabeza:
22,9: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo,
que lo libre si tanto lo ama.

22,10: Fuiste tú quien me sacó del vientre,
me confiaste a los pechos de mi madre;
22,11: desde el seno me encomendaron a ti
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
22,12: No te quedes lejos,
que el peligro se acerca y nadie me socorre.

22,13: Me acorrala un tropel de novillos,
toros de Basán me cercan;
22,14: abren contra mí sus fauces:
leones que descuartizan y rugen.

22,15: Me derramo como agua,
se me descoyuntan los huesos;
mi corazón, como cera,
se derrite en mi interior;

22,16: mi garganta está seca como una teja,
la lengua pegada al paladar.
¡Me hundes en el polvo de la muerte!

22,17: Unos perros me acorralan,
me cerca una banda de malvados.
Me inmovilizan las manos y los pies,

22,18: puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran triunfantes:
22,19: se reparten mis vestidos,
se sortean mi túnica.

22,20: Pero tú, Señor, no te quedes lejos,
Fuerza mía, ven pronto a socorrerme;

22,21: libra mi vida de la espada,
mi única vida, de las garras del mastín;

22,22: sálvame de las fauces del león,
defiéndeme de los cuernos del búfalo.
22,23: Contaré tu fama a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:

22,24: Fieles del Señor, alábenlo,
descendientes de Jacob, glorifíquenlo,
témanlo, descendientes de Israel,

22,25: porque no ha desdeñado ni despreciado
la desgracia del desgraciado,
no le ha escondido su rostro;
cuando pidió auxilio, lo escuchó.

22,26: Te alabaré sin cesar en la gran asamblea:
cumpliré mis votos ante los fieles.

22,27: Comerán los pobres hasta saciarse
y alabarán al Señor los que lo buscan:
¡No pierdan nunca el ánimo!

22,28: Lo recordarán y se volverán al Señor
todos los confines de la tierra,
se postrarán en su presencia
todas las familias de los pueblos;

22,29: porque el Señor es Rey, él gobierna a los pueblos.
22,30: Ante él se postrarán los que duermen en la tierra,
en su presencia se encorvarán los que bajan al polvo.

Mi vida la conservará.
22,31: Mi descendencia le servirá,
hablará de mi Dueño a la generación venidera
22,32: contará su justicia al pueblo por nacer:
Así actuó el Señor.

-Amén-

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?»»
(Versículos 46)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCIÓN: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, volver a leer el texto bíblico, pensando en mi nueva manera de actuar. Y tomar una decisión de cambio radical, especialmente ante las adversidades. Cómo demostrar mi cristianismo sincero, con las personas que me hacen daño, que me hacen mal. Busca la manera de hacer una buena acción especialmente con alguna de estas personas que en tu corazón no entra.

En el grupo. En el grupo puedes releer el texto y preparar a los demás miembros de la comunidad con una cartelera que indique los verbos esenciales del texto, como entregar, o alguno que les parezca oportuno. Pero nunca mejor momento de hacer una obra de caridad, visitando personas que necesitan de nuestro tiempo, de nuestro amor y nuestro servicio real y concreto.

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