Lectio Divina del día – WhatsApp Mateo, 6,1-6. 16-18

Lectio Divina por el Pbro. Alejandro López Cardinale USA

Invocamos al Espíritu Santo

Ven, Espíritu divino, y enciende en nosotros en fuego de tu amor. Ayúdanos a entrar en lo secreto de nuestro corazón, a encontrar allí tu presencia que renueva todo, transforma todo, ilumina todo. Permítenos gozarnos de la Palabra, Jesús, y de la bendición de Dios Padre, para que yo pueda alabar y reconocerte, Trinidad Santa, presente en mí y en todo lo que pienso, deseo y realizo. Amén.

Evangelio según san Mateo, 6,1-6. 16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado de no practicar las buenas obras delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendrán la recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Palabra del Señor.

Lectura: ¿qué dice el texto?

En la lectura continua de los evangelios de los días anteriores hemos meditado las famosas “antítesis” de Mateo, es decir, aquellas costumbres o interpretaciones de la ley de las que Jesús propone otro tipo de lectura y de actuación. En total han sido seis. Ayer, recordando, Jesús proponía el perdón y amor incluso a los enemigos, cosa siempre difícil de hacer.

Hoy inauguramos el capítulo 6, que la liturgia lo ha repartido en las lecturas de las eucaristías de hoy, mañana, viernes y sábado (sin embargo, este año, solamente escucharemos la de hoy y mañana, pues el viernes celebraremos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y el sábado la fiesta del Inmaculado Corazón de María). Los liturgistas por lo tanto han dividido el inicio del capítulo 6 de Mateo entresacando la parte correspondiente a la enseñanza del Padre nuestro dejándola como una sola unidad (lectura de mañana) y hoy nos ofrecen los versículos del 1 al 6 y del 16 al 18, como una propia unidad.

El pasaje evangélico de este miércoles se fundamenta en la práctica de la piedad judía: oración, ayuno y limosna, que lo conocemos como el trípode del buen judío. Quien practica éstas tres, ciertamente será llamado “justo”. Jesús retoma esa práctica, pero la transforma en cuanto Él propone que la hagamos “no para ser justos” sino para entrar en una “íntima comunión y experiencia de amor con Dios Padre”, que siempre “ve en lo escondido”. La propuesta de Jesús no es totalmente novedosa, pues el contexto original del trípode de piedad judío descansaba en esa relación íntima con el Dios que los liberó de la esclavitud de Egipto. Sin embargo, al pasar de los año, esa relación íntima se fue desdibujando y se transformó solamente en un cumplimiento externo de “piedad de la boca para afuera”. Jesús reclama que lo hagan, que lo hagamos, pero con la conciencia total que eso nos debe llevar a un auténtico encuentro personal con el Dios Padre que nos ama y que nos acoge en su propia intimidad.

Meditación: ¿qué nos dice el texto?

Jesús conoce nuestras buenas intenciones, incluso las no tan buenas. Él hoy nos pide que nos pongamos los anteojos de “la intimidad”, es decir, que lo que pensemos, sintamos, hagamos, sea desde “el cuarto secreto” de nuestro corazón. Santa Teresa de Jesús llama a este cuarto “moradas”. Todos tenemos “cuartos secretos”. Jesús nos pide hoy que entremos en él o en ellos, pero que al mismo tiempo, dejemos entrar al Padre bueno, le comuniquemos sobre nuestra vida, nuestras decisiones, nuestros amores y desamores, nuestras esperanzas y desesperanzas, nuestros encuentros y desencuentros. Jesús nos llama hoy a meditar y vivir “en la intimidad” con Dios nuestro Padre.

Hemos estado en los últimos tres meses “en nuestras habitaciones”, “en nuestras casas”. Quizá el evangelio de hoy nos resulte “¡no, otra vez encerrados, no!”. Pero esa no es la idea del evangelio de hoy pues, incluso encerrados por la cuarentena que hemos vivido y que todavía algunos están viviendo, podemos hacer círculos y no entrar en “el cuarto de nuestro corazón”, allí donde nuestras historias, nuestros amores, nuestros sueños, bullen y se redimensionan. Te invito a “entrar en tu corazón”, sin temor de estar en la cuarentena.

Oración: ¿qué le decimos a Dios?

« … cuando vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre » La habitación no es “tu cuarto”, pero sí tu corazón. Entra en Él y repite lentamente: “aquí estoy, Padre. Háblame, quiero y necesito escucharte”.

Contemplación: ¿cómo interiorizamos la Palabra de Dios?

Te invito a escuchar esta canción. Pero primero, trata de hacer silencio, intenta recrear un espacio sagrado: un altarcito, un paisaje, una vela encendida, un buen vaso de agua fría para calmar la sed. Luego escucha. Presiona este enlace.

Acción: ¿a qué me comprometo hoy con esa Palabra?

Me comprometo a que todo lo que haga hoy, lo haga desde el contexto de la oración, el ayuno y la limosna: guardaré silencio en mi oración, me abstendré de algo y con ese dinero o tiempo haré una limosna llamando a algún amigo que pasa por un momento difícil, compartiendo con alguien que esté pasando por momentos financieros complicados. Al final del día, antes de acostarme, haré la señal de la cruz y diré: “gracias, Padre mío, por haberme dejado entrar en lo secreto de mi corazón.”

Acerca de Alejandro López-Cardinale

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