Lectio Divina por Carmen Amelia Reyes Liscano de Venezuela
Invocación al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, inflama mi corazón y enciende en él el fuego de tu Amor. Escucha mis súplicas, y envía sobre mí tus dones.
Espíritu de Verdad, lléname del don de Entendimiento, para penetrar las verdades reveladas, y así aumentar mi fe.
Espíritu Sempiterno, lléname del don de Ciencia, para sentir con la Iglesia en la estima de las cosas terrenas, y así aumentar mi esperanza.
Espíritu de Amor, lléname del don de Sabiduría, para que saboree cada día más con qué infinito Amor soy amado, y así aumente mi caridad a Dios y al prójimo.
Espíritu Santificador, lléname del don de Consejo, para obrar de continuo con prudencia; eligiendo las palabras y acciones para mi santificación.
Espíritu de Bondad, lléname del don de Piedad, para practicar con todos la justicia.
Espíritu Omnipotente, lléname del don de Fortaleza, para perseverar con constancia y confianza en el camino que me conduce a la santidad.
Espíritu de Majestad, lléname del don de Temor de Dios, para no dejarme llevar de las tentaciones de los sentidos.
Amén.
I. Lectura
Del Santo Evangelio según san Mateo (23,1-12):
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan todo lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Ustedes, en cambio, no se dejen llamar “rabbí”, porque uno solo es su maestro y todos ustedes son hermanos.
Y no llamen padre a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo.
No se dejen llamar maestros, porque uno solo es su maestro, el Mesías.
El primero entre ustedes será su servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor
¿Qué dice el texto?
Lee el texto dos o tres veces.
Extrae las palabras desconocidas e investiga qué significan.
¿A quién habla Jesús?
¿Qué características atribuye a los fariseos y escribas?
Elabora una lista de las recomendaciones que le da Jesús a la gente y a sus discípulos
II. Meditación
¿Qué me dice el texto?
En este texto Jesús centra la atención en hacernos reflexionar sobre la hipocresía y la vanidad de los escribas y fariseos, y nosotros ¿Cómo nos comportamos?
¿Me gusta que me llamen “maestro/a”, “director/a”, “jefe/a” u otras maneras que señalen que soy superior a los demás? ¿Pongo cargas pesadas en los otros que yo no sería capaz de soportar?
¿Ponemos la confianza que le debemos a nuestro Padre Celestial en otras personas?
¿Me siento humillado/a cuando no recibo un saludo público o cuando no me hacen ocupar el “lugar que merezco”?
¿Reconozco hipocresías en mi manera de vivir? ¿A qué vanidades debo renunciar? ¿Me gusta ser enaltecido/a? ¿Reconozco en mi vida ocasiones de servicio a mis hermanos?
El papa Francisco a propósito de este texto nos dice:
“Ese es el camino de Jesucristo: el abajamiento, la humildad, la humillación también. Si un pensamiento, si un deseo te lleva por ese camino de humildad, de abajamiento, de servicio a los demás, es de Jesús. Pero si te lleva por el camino de la suficiencia, de la vanidad, del orgullo, por el camino de un pensamiento abstracto, no es de Jesús”.
III. Oración
¿Qué respondo?
Señor: te pido perdón por comportarme como los fariseos y escribas, queriendo ser ensalzada en medio de quienes son mis hermanos; te pido perdón por asignar mis responsabilidades a otros aun cuando puedo hacerlo yo misma; te pido perdón por buscar reconocimiento por mis acciones; te pido perdón por las hipocresías y vanidades que me separan de ti.
Maestro: te suplico me ayudes a controlar mis impulsos de superioridad, concédeme la gracias de imitar tu humildad, que busque siempre servir desde el silencio, acompáñame en el camino para superar mi soberbia, concédeme un corazón humilde, lleno de tu amor, paciente y dispuesto al servicio.
AMÉN
IV. Comtemplación
“El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”
Repite con reverencia ante Dios Palara:
Si me enaltezco seré humillado, si me humillo seré enaltecido.
V. Acción
Cumpliré mis responsabilidades con alegría y sin quejarme en lo más mínimo. Siempre sonriendo y dispuesto/a al servicio a mis hermanos.