Evangelio del día – Lectio Divina Mateo 8, 23-27

LECTIO DIVINA POR RODRIGO BARRETOS  🇵🇾

Invocación inicial

Espíritu Santo,
eres el alma de mi alma.
Te adoro humildemente.
Ilumíname, fortifícame,
guíame, consuélame.
Y en cuanto corresponde al plan
del eterno Padre Dios
revélame tus deseos.
Dame a conocer
lo que el Amor eterno desea de mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que, silencioso, con modestia y en oración, debo aceptar, cargar, y soportar.
Sí, Espíritu Santo,
dame a conocer tu voluntad y la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida
no quiere ser otra cosa,
que un continuado y perpetuo Sí a los deseos y querer del eterno Padre Dios.
Amén.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:
«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
Él les dice:
«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:
«¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
Palabra del Señor.

Meditación

Últimamente muchos pasamos por muchas tempestades en la vida, en el día a día con tantos problemas que nos van surgiendo en el entorno familiar, el trabajo, la salud o en nuestra vida misma, al igual que los discípulos que estaban en la barca con Jesús, nos sentimos desorientados, desesperados ante muchas situaciones; y estamos tan cegados por los mismos problemas que nos sentimos avasallados y no vemos a ese Jesús dormido que siempre esta ahí para nosotros, y nos olvidamos de despertarlo, nos undimos en un vaso de agua en las pequeñas situaciones difíciles que nos impiden ver a Jesús que siempre está y nos dice que confiemos en él.
A pesar de que nuestro Padre es infinitamente misericordioso, no debemos olvidarnos de él, y vivir una vida vacia, que al final nos lleva siempre a buscar a Jesús en las tempestades. Recordemos vivir en sus enseñanzas y en comunión con él.

Oración

Señor, me pongo en tu presencia apelando a tu misericordia infinita, para pedir perdón por que muchas veces te dejo siempre dormido y me olvido de despertarte, me olvido de estar en comunión contigo, esperando siempre los momentos de desesperación para pedirte que me confortes. Perdoname por ser un hombre de poca fe.
Te doy gracias Señor todopoderoso, porque siempre estás ahí porque nunca me has desamparado en los momentos de angustia que más te he necesitado.

Contemplación

«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».

Acción

Buscar al Señor en todo momento, y no esperar la tempestad para despertarlo.

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