Lectio Divina por P. Alejandro Lopez Cardinale desde USA
Invocación al Espíritu Santo 🕊
¡Espíritu Santo!, ¡espíritu de confianza, espíritu de fortaleza!
Hoy invocamos tu presencia con las palabras del salmista: ¡Ven, Espíritu Santo! Derrama tu fuerza sobre nosotros y renueva la faz de la tierra. ¡Ven, Espíritu Santo! Renueva nuestro camino cuaresmal, que hace apenas una semana comenzamos. ¡Ven, Espíritu Santo! Calma nuestra sed y sé alimento en medio de la fatiga del camino. ¡Ven, Espíritu Santo! Amén.
Del Evangelio según San Mateo 7,7-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre.
¿Hay acaso entre ustedes alguno que le dé una piedra a su hijo, si éste le pide pan? Y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Si ustedes, a pesar de ser malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas».
Palabra del Señor.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
El pasaje bíblico se ubica dentro del gran contexto del sermón de la montaña, en la primera sección del evangelio de Mateo, primera de sus cinco grandes secciones. Mateo, que escribe a una comunidad de judíos convertidos al cristianismo, quiere mostrarle a ellos que Jesús es la plenitud de la ley. Por ello, estructura su evangelio en cinco grandes secciones, redefiniendo el principio de la fe judía basada en los cinco primeros libros de la Biblia judía, para nosotros el Pentateuco del Antiguo Testamento. Con esto como telón de fondo, Mateo recoge a lo largo del capítulo 7 una serie de 6 grandes dichos o enseñanzas, empezando por no juzgar a nadie y finalizando por construir la casa sobre la roca. La enseñanza que el pasaje nos ofrece hoy apunta al poder de la oración, pero va más allá, a la confianza absoluta que la oración, si parte de ese principio, tendrá efecto no por lo que se pida, sino por la experiencia de confiar solamente en el Señor. El milagro de la oración, como dice el texto, no será por el resultado a la petición, sino en el abandono de confianza del que ore a Dios de esa manera.
Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
El texto me invita a mí, como hombre y como sacerdote, a evaluar dónde se encuentra el punto de partida de mi oración. ¿Está en el resultado de ella y los efectos que obtengo? O más que esperar en los resultados, ¿está todo mi ser en una disposición de total abandono de confianza en Dios Padre cuando la hago? Reconozco que en medio del agite de la vida, del estrés del día en día, de la agenda llena de compromisos y reuniones, a veces mi actitud al orar quiere ver resultados inmediatos y efectivos y olvido, realmente, en sumergirme en la experiencia de confianza ciega y absoluta que, aún desconociendo los resultados, lo que importa no son las palabras sino saltar en ese vacío inmenso pero lleno de gozo que genera sentir que a Papá Dios lo que más le interesa no es tanto lo que pidamos sino la actitud de abandono total cuando lo hacemos. El «toquen y se les abrirá» resuena para mí hoy con más insistencia que nunca, pues me recuerda una experiencia de misión en la que nos habíamos embarcado sin tener todos los insumos listos para las personas pero en la medida que el día se fue desarrollando y las actividades se fueron empalmando una tras otra, al final del día, al volver a casa y tener un momento de oración, los textos bíblicos de la noche fueron: «toquen y se les abrirá» y «todos comerán y sobrará». Y efectivamente, así pasó durante la jornada. Pudimos dar de comer a más de 200 personas. Esta experiencia la rescato hoy en medio de esta invitación que el Señor me hace de cambiar mi actitud al orar: confía, confía, confía.
Oración: ¿Qué le respondo a Dios?
El Señor me invita a responderle con las palabras del salmista:
R. (3a) De todo corazón te damos gracias, Señor.
De todo corazón te damos gracias,
Señor, porque escuchaste nuestros ruegos.
Te cantaremos delante de los ángeles
te adoraremos en tu templo.
Señor, te damos gracias
por su lealtad y por tu amor:
siempre que te invocamos nos oíste
y nos llenaste de valor.
Que todos los reyes de la tierra te reconozcan,
al escuchar tus prodigios.
Que alaben tus caminos.
porque tu gloria es inmensa.
Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo,
Y así concluirás en nosotros tu obra.
Señor, tu amor perdura eternamente;
obra tuya soy, no me abandones.
Amén.
Contemplación: ¿Cómo interiorizo la Palabra de Dios?
«Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá.»
Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Señor, quiero comprometerme hoy a «gozarme» en la actitud de confianza al orar y a «regocijarme» en saber que Tú escuchas mi oración, como escuchaste la oración de Esther, la de María, la de Jesús, la de tantos santas y santos.