Lectio Divina por Ernesto Izquierdo De Cuba
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo e ilumina nuestro corazón, habita en nuestros cuerpos que son tu templo para que vivamos un eterno Pentecostés, para que en cada uno de nosotros se encienda tu llama de Luz y así poder comprender la Palabra que es aliento de vida eterna.
Amén.
Lectura: ¿Qué dice el texto? Mt 5,13-18: Vosotros sois la luz del mundo.
«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.»
«Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.»
Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.»
Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
Meditación: ¿Qué me dice el texto?
El Evangelio de este día me recuerda aquellas palabras del «Hermano de Asís», decía San Francisco: «Ten cuidado con tu vida, tal vez ella sea el único Evangelio que algunas personas van a leer»
Ahora mismo mis hermanos creo que no hay frase que me describa mejor estas palabras del Señor cuando nos recuerda que somos sal y luz del mundo.
Será nuestro actuar ante esta cotidianeidad infinita el mayor testimonio que podremos dar al mundo de que existe un Creador que es puro Amor, un Señor que camina con nosotros desde nuestra propia existencia y que nos lleva de la mano, pero que además hizo una alinza de AMOR gratuito y eterno para que seamos salvos con una vida plena.
Por eso debemos ser reflejo del amor donde quiera que estemos por muy difícil o cómodo debemos estar siempre pendientes de ser discipulos, sembradores de la semilla del Reino.
Oración: ¿Qué le respondo al Señor?
Señor que mi soberbia no me lleve nunca a olvidar que yo soy a tu imagen y semejanza, que no olvide en la turbulencia de mis días que yo soy tu reflejo para aquellos que no te conocen, que yo debo ser luz y sal en medio de mi realidad para quienes en medio del ruido de los días o la desesperanza no te descubren.
Contemplación: ¿Cuál fue la frase que más me llamó la atención o resonó en mí?
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Acción: ¿A qué me comprometo?
Señor quiero en mi día a día discernir y no olvidar el cuestionarme hasta qué punto estoy dando testimonio de ti, hasta qué punto mi vida es reflejo de mi compromiso para seguir tu Palabra…