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Lectio Divina por Juan Pablo Mora de Venezuela
Martes X Semana Tiempo Ordinario Ciclo B
O.- INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5,13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»
Palabra del Señor
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
En este relato del santo Evangelio situado después del sermón de la montaña, presenta lo que deben hacer los que se identifican con las Bienaventuranzas; el evangelista Mateo muestra el itinerario a seguir de los discípulos del gran Maestro Jesucristo.
Jesús manifiesta que vivir las Bienaventuranzas debe ser un signo de nuestra presencia en el mundo, en el hogar, en el trabajo, el compartir con los amigos, en el deporte y en todo momento.
Debemos ser Sal:
La sal ha sido utilizada comúnmente en la cocina para darle sabor a los alimentos y en la antigüedad para conservar aquellos alimentos que podrían dañarse muy rápido. Al pedir Jesús que seamos sal de la tierra, nos dice que seamos nosotros sabor del mundo de hoy, que vive en el sinsabor de la tristeza y el dolor.
Debemos ser Luz.
Y qué decir de la luz, durante el día nos acompaña la luz que emana del sol, pero en las noches es necesario que haya un farol, una vela y en nuestro tiempo alguna bombilla para iluminar el camino que recorremos, de la misma manera debemos ser luz de la tierra, para iluminar la vida de los que viven en la oscuridad del pecado, aquellos que viven alejados de la verdadera luz, Jesucristo el Señor.
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué nos dice el texto?
¿Qué significa esto que nos relata el Evangelio?
Ante estos dos elementos, como lo es la Sal y Luz, tan indispensables en la vida del hombre, Jesús desea que nosotros seamos quienes le demos sentido a la vida de las personas que nos rodean, dándoles el sabor del Evangelio y La luz que emana de Él, para que muchos le conozcan y puedan disfrutar de la felicidad del Cielo.
En primer lugar, el texto debe servir para que yo me haga un autoexamen y pueda sincerarme si realmente estoy siendo sal y luz de los que están cerca de mi. Y segundo, que me ponga en camino, sabiendo que Dios va conmigo.
3.- ORACIÓN: ¿Qué le respondo a Dios?
Oh Dios, fuente de todo bien, que todo lo haces nuevo ayúdame a ser sal y luz del mundo. Si mi entrega ha menguado, ayúdame a que pueda iniciar de nuevo con ímpetu la predicación de tu palabra con mi vida. Dios, conoces mi corazón, dame lo que necesito para seguirte con valentía y coraje.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el texto?
Repetir durante el día: Soy Sal y Luz del mundo.
5.- ACCIÓN: ¿A qué me comprometo?
Haré una acción visible del Evangelio, como hablar de Jesucristo o puedo comprometerme a portar una cruz. También puede ser en esta era digital, hacer una publicación de la Palabra de Dios, donde una persona que viva lejos de la fe pueda sentir la mirada misericordiosa de Dios.
