Evangelio del día – Lectio Divina Mateo 25, 14-30

Lectio Divina por Raúl Alexander González de Panamá

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,

Llena los corazones de tus fieles

y enciende en ellos

el fuego de tu amor.

Envía, Señor, tu Espíritu.

Que renueve la faz de la Tierra.

Oración:

Oh Dios,

que llenaste los corazones de tus 

fieles con la luz del Espíritu

Santo; concédenos que,

guiados por el mismo Espíritu,

sintamos con rectitud y

gocemos siempre de tu consuelo.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

Del Evangelio según Mateo 25, 14-30

«Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: `Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado.’ Su señor le dijo: `¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.’ Llegándose también el de los dos talentos dijo: `Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado.’ Su señor le dijo: `¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.’ Llegándose también el que había recibido un talento dijo: `Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.’ Mas su señor le respondió: `Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, el talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y al siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.’

Palabra del Señor.

Lectura

El evangelio de hoy nos habla de la parábola de los Talentos, la cual se sitúa en medio de dos parábolas; la de las Diez Vírgenes que oramos ayer y que nos invita a la vigilancia ya que el Reino puede llegar en cualquier momento y la del Juicio Final la cual nos dice que para tomar parte en el Reino hay que acoger a los pequeños.

Esta parábola nos cuenta la historia de un hombre que, antes de viajar, distribuye sus bienes a los empleados, dándoles cinco, dos o un talento, según la capacidad de cada uno. El talento era una medida de oro que actualmente equivale a 34 kilos. A pesar que los empleados reciben diferente cantidad, cada uno recibe igual, porque reciben según lo que ellos puedan recibir o según su capacidad. El amo se va a su viaje, no hace comentarios de porqué razón o finalidad lo da o qué hay que hacer él.

Cada empleado tiene su manera de trabajar; el primero y segundo hacen duplicar los talentos pero el que recibe solo un talento lo esconde para no perderlo.

Cuando llega el amo, se da la rendición de cuentas. A los que logran duplicar el Señor los bendice: “Muy bien, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré. Entra en el gozo de su señor”. Por el contrario, el tercer empleado llega diciendo ““Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.!”.

La respuesta del Señor:  “Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.! Quitadle, por tanto, el talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y al siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

Meditación

La Parábola de los Talentos nos invita a orar y hacer acontecer el Reino de Dios en nuestras vidas y en las de los demás. Nos dice de cómo los dones, carismas y gracias que son recibidos por Dios deben ponerse a producir. Todos tenemos cualidades, sabemos alguna cosa que podemos enseñar y dar a conocer a los demás. Nadie reciba más ni menos que otros, todos tienen su don de acuerdo a su capacidad. Hay que poner el don al servicio del Reino.

El corazón de la parábola no es producir más talentos, sino en cómo nos relacionamos con Dios. Los dos primeros no lo ven como algo suyo sino que le dan utilidad, no buscan su bienestar, no son calculadores ni se entorpecen ni cierran sobre sí mismos, porque con su disposición hacen que los talentos rindan. El tercero no hace nada, se mantiene dentro de las exigencias de la ley, no gana ni pierde. Por eso pierde hasta lo poco que tenía, porque el Reino es riesgo.

También nos invita a reflexionar sobre la imagen que nos hacemos de Dios. De un Dios misericordioso o de un Dios castigador y severo. Esta imagen falsa de Dios aísla al ser humano, lo empobrece y le quita la alegría, lo sumerge en el miedo.

Oración

Señor Jesús

Gracias por Tu Palabra que ilumina y consuela.

Gracias por todos los dones que me has regalado y gracias también por todos los dones que has regalado a todas las personas que están ceca de mi.

Dame la disposición de acontecer el Reino según las gracias que me has dado para hacer siempre tu voluntad.

Que no me busque ni me encierre en mí mismo, dispón mi corazón para servirte ocupándome del hermano que sufre y por los que necesitan de mí.

Contemplación

“En lo poco has sido fiel…”

Contemplo la alegría de escuchar la bendición del Señor porque no me he guardado para mí todos sus dones, sino que los he puesto al servicio de la Iglesia.

Eso que parece poco, o lo mínimo… lo pongo ante el Señor.

Acción

Hago una lista de los dones que he recibido del Señor y medito en cómo lo estoy poniendo al servicio de la Iglesia, si he sido fiel o si puedo dar más.

Acerca de Raul González Osorio

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