Evangelio del día – Lectio Divina Mateo 2, 13-18

Lectio Divina

P. José. Manuel Reyes Cabrera de República Dominicana ✍🏻🇩🇴

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Amén.

Lectura. ¿Qué dice el texto?
Del Santo Evangelio según San Mateo 2, 13-18 📖

Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».
Palabra del Señor.

Meditación. ¿Qué me dice el texto?

Cada 28 de diciembre celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, los niños que murieron por Cristo, el Mesías de la humanidad, asesinados por órdenes del rey Herodes. Se trata de una de las páginas más cruel y difícil del evangelio. La vida de Cristo empieza con un reguero de sangre y de la más inocente. Una fiesta que hemos rodeado de bromas y de chistes. Es la táctica de siempre: rodeamos de sonrisas lo que nos aterra. Porque ante la escena de la huida de Cristo y la muerte de los pequeños betlemitas un verdadero creyente no puede sentir otra cosa que miedo y vértigo.

Siguiendo con la historia que nos narra Mateo, el mismo ángel que se le apareció en sueños a José para aclarar la situación del niño que María llevaba en su seno, vuelve a presentarse en sueños con un nuevo mandato. Ya se nos había dicho en Mt 1, 19; que José era un hombre justo, es decir, que cumplía la voluntad de Dios. Al igual que a otros personajes del Antiguo Testamento, Dios va a manifestarles lo que quiere de ellos a través de los sueños (Gn 28,10-22, Gn31,24).

En esta segunda ocasión, el ángel le pide a José una nueva acción: Levantarse, ponerse en camino y marchar a Egipto con todo lo que supone para un judío. Egipto es el lugar donde saciar el hambre en tiempos de otro José (Gn 50,22); pero también el lugar de la opresión, la esclavitud, la vulnerabilidad. Egipto es la memoria recordada del desierto, de la aridez, para llegar a la liberación. Estar allí, significa un tiempo de espera, el niño que es la luz no puede ser vencido por las tinieblas del mundo; representada por Herodes que, en su afán de matarlo, es capaz de sembrar de lágrimas la tierra de Belén.

Dos profecías iluminan el texto, la primera hace referencia a Israel como “hijo”, figura del Mesías que llegará. (Ex 4,22). La segunda, del profeta Jeremías, habla del llanto de Raquel por sus “hijos” (las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín) muertos o deportados por los Asirios cuando arrasaron el reino del Norte. El dolor, el llanto y la muerte no tienen la última palabra, aunque así lo parezca en tiempos de Jesús y en nuestro mundo actual.

Muchos exegetas resuelven la cosa fácilmente diciéndonos que esta es una escena simbólica y que no ocurrió en la realidad. El evangelista habría tratado simplemente de presentar a Cristo como un nuevo Moisés. Lo mismo que éste se salvó de la muerte a que el faraón había condenado a todos los hijos de los hebreos, así se habría salvado Jesús de la matanza de Herodes; lo mismo que Moisés sacaría de Egipto a su pueblo, así Cristo habría también regresado de Egipto para salvar a todos los hombres del demonio-faraón.

La explicación es demasiado bonita, demasiado sencilla. Parece preferible coger el misterio por los cuernos y atrevernos a decir que no entendemos nada. O mejor: atrevernos a reconocer que hemos entrado ya del todo en la vida de este Cristo que nos va a desconcertar en todas las esquinas. Cristo no es un resolvedor de enigmas, ni un proveedor de pomadas. No se entra en su vida como a una pastelería, dispuestos a hartarnos de dulzuras. Se entra en ella como en la tormenta, dispuestos a que nos agite, dispuestos a que ilumine el mundo como la luz de los relámpagos, vivísima, pero demasiado breve para que nuestros ojos terminen de contemplarlo y entenderlo todo.

La Iglesia, venerando cariñosa a estos pequeños, lo ha entendido mejor. Ellos fueron, sin saberlo, los primeros mártires. Más aún: ellos fueron salvadores del Salvador, salvadores de quien engendra toda salvación. Fueron los primeros cristianos, por eso conocieron la espada.

Herodes mandó matar a los niños de Belén. El Herodes de hoy sigue matando a millones de niños, mueren de hambre, guerra, de enfermedad, de desnutrición, por el aborto; basta ver las estadísticas. ¿Quién es hoy Herodes? ¿Somos indiferentes a esta realidad hoy? ¿Nos quedamos contemplando horrorizados la muerte de los inocentes sin ver la que ocurre a nuestro alrededor?

Oración. ¿Qué le digo al Señor según el texto?

Dios nuestro, que concediste a los Santos Inocentes dar testimonio de Cristo, no de palabra, sino con su sangre, ayúdanos a poner de manifiesto nuestra fe, no solo con nuestros labios, sino, más bien, con nuestra conducta diaria.
Amen.

Contemplación. ¿Cómo interiorizo el texto?

El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto.
«De Egipto llamé a mi hijo».
Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.

Acción. ¿Cómo pongo en práctica lo reflexionado?

No ser indiferente al sufrimiento de tantos inocentes hoy. Apoyar a las asociaciones que luchan a favor de la defensa de la vida y del inocente.

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