Evangelio del día – Lectio Divina Mateo 18, 21-35

Lectio Divina por Mariana Díaz de Argentina

LECTIO DIVINA Jueves 17 de agosto de 2017
Invocacion al espíritu Santo:
Para dar la bienvenida Jesús en nuestro corazón escuchemos esta canción, y que la melodía nos inunde y sea transporte para el espíritu.


Pasaje bíblico: Mateo 18, 21-35
21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Lectura
En línea con la lectura de ayer sobre la corrección fraterna el foco ahora está en el perdón fraterno.
Pedro, harto ya de las múltiples ofensas que recibe, reniega de tener que perdonar a sus hermanos. Hombre orgulloso y apasionado, nuestro buen Pedro no tolerará tal maltrato, esta gente no es digna de su perdón. Busca poner un límite o cuota a su perdón, y dice esta esta frase: “¿Hasta cuántas veces debo perdonar a mi hermano? ¿Hasta siete veces?”. Pedro no dice un número al azar. El siete guarda un significado especial, ya que es el número de días en el cual Dios creó el universo, por lo tanto es sinónimo de algo completo y perfecto. Sin embargo, Jesús aumenta la apuesta, con “setenta veces siete” como la cifra infinita, más allá de lo que nosotros entendemos como perfección. Esta es la primera de dos comparaciones que se hacen entre nuestra capacidad de perdonar y aquella de Dios: el hombre pone un tope, excusas, un límite, pero Dios siempre va mucho, mucho más allá.
Aquí es cuando Jesús inicia la parábola nos presenta la segunda comparación: el rey que le perdona la deuda al servidor, pero este no es capaz de perdonar a un compañero una deuda mucho menor. Para ponernos en contexto en esta comparación de los diez mil talentos contra los cien denarios, recordemos que el talento era una moneda muy valiosa, equivalente a 6.000 denarios, siendo cada denario el salario de un día de trabajo promedio. Si el sirviente y su familia hubieran tenido que trabajar para pagar su deuda como era la intención inicial del rey, se hubieran partido la espalda por aproximadamente 160.000 años. Sabiendo que el sirviente se acaba de salvar de trabajar como esclavo por varias vidas es impactante saber lo obstinado que es al hacer encarcelar a un hombre que solo le debía unos tres meses de trabajo. Sin embargo, más impactante aún es la infinita, pura y para nosotros irracional misericordia del rey, Dios nuestro padre.
Sin importar que tan grande sea nuestra deuda, la inmensidad del perdón de Dios siempre será aún más inconmensurable. Nos ama tanto que perdonará hasta lo imperdonable. Lo único que quiere es que nosotros perdonemos de la misma manera y con el mismo amor a nuestros hermanos. San Juan Pablo II nos enseña un hermoso ejemplo de perdón, al visitar y perdonar a quien le había disparado, Mehmet Ali Ağca. Es este tipo de valor y misericordia el que estamos dispuestos a alcanzar como cristianos.
Meditación
¿Cuántas veces renegamos de tener que perdonar a nuestros hermanos? Pensemos en todas esas veces en las que las ofensas parecen imperdonables, y donde el perdón ya sería un símbolo de debilidad, dejar que nos pasen por encima.
¿Recordamos esta parábola en esos momentos? ¿Nos damos cuenta de que, con la ayuda de Dios y de su infinito amor, todo perdón es posible?
Así como es difícil perdonar al hermano, muchas veces es más difícil perdonarse a uno mismo. ¿Hemos sentido que no merecemos perdón ni redención? ¿Qué nuestras fallas son tan grandes y nosotros tan indignos que ni siquiera Dios puede salvarnos del castigo?
Pensemos en los diez mil talentos, los 160.000 años de trabajo que el rey perdona. El perdón de Dios está mucho más allá de lo que imaginamos, y su amor por nosotros no conoce límites, así que no tengamos miedo de pedir perdón, porque Él nos lo otorgará. ¿Tenemos confianza en el perdón de Dios? ¿Nos acercamos a él en el sacramento de la Reconciliación? ¿Con cuanta frecuencia?
Oración
Señor te damos gracias porque en tu amor perdonas todas nuestras faltas, incluso las que nosotros mismos no nos perdonamos. Ayúdanos a pedir perdón con confianza y a otorgarlo con prontitud. Nuestra lógica y nuestros números no pueden dar cuenta de la inmensidad de tu perdón, y es en esa inmensidad que te alabamos Señor.
* Aquí los invito a compartir su propia oración personal *
Contemplación
¿Cómo interiorizar en este mensaje de reconciliación con Dios? Reflexionemos durante el día sobre la deuda de los diez mil talentos. Si en algún momento se nos da la oportunidad de perdonar una ofensa, repitamos en nuestro corazón estas palabras de la lectura:
“El rey se compadeció, lo dejó ir y además, le perdonó la deuda”
Acción
Como compromiso hacia el hermano pensemos en alguien con quien hayamos tenido una disputa, aunque sea pequeña, y busquemos la reconciliación con él o ella. Como compromiso para mí mismo, reflexionar sobre esas acciones que cometimos en el pasado por las cuales todavía nos reprochamos y las reemplacemos con un recuerdo bueno de nosotros mismos, para perdonarnos de la manera en que Dios ya nos perdonó sin que nosotros lo exigiéramos. Y por último, acercarme a Dios y sumergirme en el océano de su perdón en la Confesión.
Dios los bendiga a todos!
Saludos desde Argentina! ❤

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