Lectio Divina por Marcela Lizondo de Argentina
Buen día amigos queridos! Les comparto la Lectio de hoy… Saludos!!
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
VEN ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.
Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.
Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto.
¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.
Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.
Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna.
1- LECTURA
Lectura del santo evangelio según San Mateo 1, 1-16. 18-23
Leer el texto de manera pausada y atenta, cuantas veces sea necesario, tratando de escuchar al Señor que habla “hoy”.
1 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. 2 Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. 3 Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; 4 Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. 5 Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; 6 Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. 7 Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asaf; 8 Asaf, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. 9 Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; 10 Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amós; Amós, padre de Josías; 11 Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. 12 Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; 13 Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. 14 Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; 15 Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. 16 Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. 18Jesucristo fue engendrado así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. 19José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. 20 Mientras pensaba en esto el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: – «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. 21Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados.»
22Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
23«La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre Emanuel, que traducido
significa “Dios-con-nosotros”.»
Palabra del Señor.
¿QUÉ DICE EL TEXTO?
Algunas pistas para la lectura del texto
Hoy celebramos la Natividad, el nacimiento de la Santísima Virgen María. En este contexto, la liturgia nos ofrece la genealogía de Jesús, según la versión de Mateo. Siguiendo esta catarata de nombres, que acaban en José y María, encontramos varias enseñanzas. Los invito a concentrarnos en tres.
Primera enseñanza: Dios ha preparado la historia. Se preparó un pueblo, algo así como una Casa, una morada, un lugar donde “acampar” y dentro de ese pueblo se preparó una cuna: llamada María. Sí, Dios no improvisa…
Nuestra historia, la historia de la humanidad, es “Historia de Salvación”, está toda ella atravesada por la mano de Dios. Jesús, que significa “Dios salva”, viene a cumplir con esa voluntad salvífica del Dios de la historia. Este Dios, no ha improvisado, sino que con paciencia ha ido formando un pueblo capaz de acoger su venida y, en María, ha tenido el gesto más hermoso de todos: se ha construido una cuna. María es eso, es una de nosotros, una mujer que ha sido capaz de anidar al Dios de la Vida. Acunando a Jesús, María nos enseña a acunar la historia, a darle sentido, a redimirla. Nuestro Dios, entonces, no ha querido estar ajeno a nuestra historia como humanidad, como no ha querido, ni quiere estar ajeno a nuestra biografía particular. De lo que se trata, entonces, es de aprender de María a acunar a este Dios que quiere poner su carpa en medio de nuestra historia, que quiere encarnarse en medio de nuestra biografía.
Segunda enseñanza: en María tenemos, un nuevo comienzo. Los exégetas y teólogos nos regalan un dato hermoso que pasa desapercibido en la genealogía de Jesús. A lo largo y ancho de toda la historia, se van sucediendo uno tras otro, innumerables engendramientos: “Abraham engendró a Isaac, que engendró a Jacob, que engendró a Judá…”, etc., etc. Pues bien, en Jesús, todo cambia, con María todo cambia. No será un hombre quien “engendre” a Jesús, sino que será el mismísimo Dios, en el Espíritu Santo, quien engendre a este niño. Así, con este curioso signo, Dios nos está diciendo que algo nuevo empieza, que algo totalmente distinto será dado a luz. En María, entonces, tenemos los cristianos el modelo de un nuevo comienzo. Si queremos hoy comenzar algo nuevo en nuestras vidas, nada mejor que ponerlo bajo el amparo de María. Ella sí que sabe de cosas nuevas, ella sí que sabe de acunar lo nuevo, de concebir lo distinto, de alumbrar la Vida Nueva.
Tercera enseñanza: María y José, a la altura de lo imprevisto. Los llamados “Evangelios de la infancia”, es decir, Lucas y Mateo (capítulos uno y dos), están atravesados por la imprevisión. María y José, deben hacer espacio en sus vidas a lo no-previsto, a lo no-calculado, a lo que escapaba de su dominio. Y lo lograron. Así, estuvieron a la altura de una Misión que, claramente, los desbordaba por todos lados ¿Y tú, y yo? ¿Cómo respondemos a Dios cuando nos visita con imprevistos, cuando nos propone cosas que parecen ir más allá de nuestros planes, de nuestros cálculos, de nuestras fuerzas? ¿Sabemos, como María, como José, abandonarnos en Dios, confiar en Él y decirle “SÍ”? María y José, además, irán preparando la llegada de Jesús ¿Y tú, y yo? ¿Preparamos la llegada de Jesús? Muchas veces puede que nos perdamos la Encarnación, que nos perdamos a Cristo viniendo a habitar en nosotros, porque no preparamos la “cuna”, porque no preparamos la historia, porque nos olvidamos de prepararle un lugar. Recordarán que los posaderos de Belén no pudieron ver al niño, porque no tuvieron lugar para él. María sí lo tuvo… Hacerle espacio a Dios, de eso se trata toda la vida de María.
Que el Dios de la historia nos ayude, en la Natividad de María, a ser también nosotros como ella: hombres y mujeres “cuna”, capaces de acoger al Dios de la Vida, al Dios que, en Jesucristo, viene a hacer nuevas todas las cosas.
2- MEDITACIÓN
Luego de un momento de silencio, las siguientes preguntas podrían ayudar a actualizar el texto:
1.- ¿Qué buena noticia te propone el relato? ¿Qué es lo que más te gusta?
2.- ¿Siento que mi historia está atravesada por la mano de Dios?
3.- ¿Qué aspectos de mi vida debo cambiar para poder ser, al igual que María, cuna que recibe al Señor?
4.- ¿Cómo reaccionamos ante los imprevistos con los que Dios visita nuestras vidas?
5.- ¿Qué te pide “hoy” el Señor?
3- ORACIÓN
A la luz de lo leído y meditado, permite al Espíritu que te inspire una oración.
Puedes concentrarte en las palabras del texto que más te hayan llegado al corazón, y responderle con lo que ellas te susciten.
4- CONTEMPLACIÓN
Hago silencio y vuelvo a recorrer el texto con la memoria del corazón…
Momento para gozar y mirar desde Dios: ¿qué nueva luz te regala esta lectura?
5- ACCIÓN
La Palabra no puede quedar en nosotros solo como un mensaje o una Buena Noticia, sino que debe transformarse en acción. Por eso te invito a que le ofrezcas al Señor el “hacer vida su mensaje” mediante un compromiso concreto en función del mensaje que te dejó su Palabra.