Evangelio del día – Lectio Divina Lucas 13, 10-17

Lectio Divina por Padre Antonio Arocha De Venezuela

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu Creador
y renueva la faz de la tierra.
Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.
Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

1- LECTURA

El milagro de la curación de la mujer encorvada solamente lo encontramos en el Evangelio de Lucas. Esta curación tiene un pequeño matiz que no debemos pasar por alto: Jesús vio a la mujer, la llamó y la curó.
Sí, Jesús tomó la iniciativa, no esperó a que ella le pidiera ser sanada de su enfermedad. Seguramente ella no lo hubiera hecho nunca, porque después de 18 años ya habría perdido la esperanza. Además, su enfermedad la tenía encorvada, como si quisiera expresar con su propio cuerpo que vivía replegada sobre sí misma, incapaz de ver más allá de ella misma.
Vemos aquí un rasgo de Jesús que no hemos de olvidar nunca, el Señor no es ajeno a nuestro sufrimiento, Él escucha hasta nuestros gritos silenciosos y nos sana de nuestras heridas más profundas. Claro que en ocasiones la curación se realiza después de muchos años.
También llama la atención que la mujer quedó curada en el acto, y enderezándose alababa a Dios. Su cuerpo y su espíritu sanaron simultáneamente. Y alababa a Dios porque al desencorvarse pudo mirar al Cielo y abrir su corazón a Dios. Si miramos a Dios siempre vamos a encontrar motivos para la alabanza.
En estos tiempos de pandemia que estamos viviendo, muchas personas se cuestionan sobre el poder y la misericordia de Dios ante la enfermedad y la muerte. Ante esto los cristianos tenemos que dar una palabra de esperanza a nuestro mundo, porque sabemos  que Dios está cerca del que sufre, que no le es indiferente el dolor de sus hijos… pero Él tiene un tiempo y un plan de salvación para cada uno. No lo olvidemos.

2- MEDITACIÓN

La situación de la mujer ¿ha cambiado mucho o es la misma que en el tiempo de Jesús? ¿Cuál es la situación de la mujer hoy en la sociedad y en la Iglesia? ¿Hay alguna relación entre religión y opresión de la mujer? La multitud se alegra con la acción de Jesús. ¿Cuál es la liberación que está aconteciendo hoy y que está llevando a la multitud a alegrarse y a dar gracias a Dios? 

3- ORACIÓN

Hagamos nuestra oración con el salmista: “Señor, ten compasión de mí, pues me siento sin fuerzas. Señor, devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla. ¡Estoy temblando de miedo! Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?” (Salmo 6).

4- CONTEMPLACIÓN

Contempla:
A Jesús que enseña en la sinagoga, que mira con misericordia a la mujer encorvada, que la llama, le impone las manos y la cura.
A la mujer que no pide el milagro, que es llamada por Jesús, que se acerca a Él, que se deja tocar y curar por Jesús, que glorifica a Dios.

Al jefe de la sinagoga indignado que discute con Jesús, que defiende la ley sobre las personas e impreca a Jesús y a la multitud.

A la muchedumbre que se alegra de las maravillas que Jesús realiza.

Repite en silencio:

Abba, enséñame a hablar de ti a mis hermanos como de alguien que lo que quiere es aligerar sus cargas y enderezar sus espaldas dobladas. Enséñame a estar en medio de mis hermanos como instrumento de tu misericordia para consolarles y animarles, para llevar junto a cada uno el yugo que lleva sobre sus hombros.

5- ACCIÓN

Mira a tu alrededor: a tu familia, a tu comunidad, a tus compañeros de trabajo, a la gente que encuentras en tu apostolado o en la calle.
¿Conoces a alguien que se dobla ante el peso de su sufrimiento o de sus heridas, que vive encorvado, sin esperanza? ¿Que necesita ayuda, pero no la pide, que ha perdido el deseo y la esperanza de enderezarse?
Acércate a esa persona e intenta tocarla, enderezarla, levantarla, curarla, animarla con el toque de tu cercanía y la fuerza de la palabra de Jesús.
Ayúdale a mirar al cielo, a su alrededor, a dejar de mirarse sólo a sí misma. Anímale a mirar a Dios y a acoger su misericordia que puede levantarle, curarle y convertirle en una hija de Abrahán erguida y levantada por su misericordia.

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