Evangelio del día – Lectio Divina Lucas 1, 57-66

Lectio Divina por Ernesto Izquierdo de Cuba

Invocación al Espíritu Santo:

Espíritu Santo ven y derrama tus dones para entender desde el amor lo que el Padre nos quiere revelar. Serena nuestras almas para que proclamemos la Buena Nueva en alabanzas.
Amén.

Lectura: ¿Qué dice el texto?
Evangelio según san Lucas 1, 57-66

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

Meditación: ¿Qué me dice el texto?

La llegada de un recién nacido siempre es símbolo de júbilo y fecundidad para las familias. Esta vez es Juan el Bautista que llega para darle alegría a la vida de Isabel y Zacarías como señal de la gran misericordia del Señor en nuestras vidas. La llegada de Juan es el anuncio de lo nuevo desde lo viejo. Nos invita a preguntarnos: ¿Cuáles son aquellas cosas viejas en nuestras vidas que le deben dar paso a lo nuevo, para dar lugar a un futuro diferente?
El Evangelio de hoy nos convoca a contemplar la vida como un regalo que se nos da desde lo alto, como se le dio a Isabel, mostrando que para Dios nada es imposible y que su grandeza es infinita en misericordia para con todos.
Por otra parte, en el relato se encuentra Zacarías, símbolo de esa vida rutinaria, del agotamiento en el que muchas veces puede permanecer nuestra fe cuando nos olvidamos de estar abiertos y atentos a la Gracia de Dios, que se revela en el día a día; más allá de ese suplicar no correspondido. Es una invitación a ver con ojos nuevos las formas en las que se manifiesta la gracia y la bondad del Señor. Es un llamado a callar los ruidos de las rutinas en las que se sumerge la existencia; a cuestionarnos a pesar del dolor de anhelos frustrados, ¿a través de quién o de quiénes Dios ha hecho manifiesto su amor infinito hacia nosotros?
Contemplemos la escena y miremos nuestra historia a través de cada uno de estos personajes, encontremos así cómo el Señor nos prepara en este Adviento para recibir la natividad de Jesús.

Oración:

Señor quiero ir a tu encuentro a pesar del cansancio de mis días, deseo estar abierto a tu gracia que se revela en mi historia a pesar de mis tristezas. Enséñame a callar como hiciste con Zacarías para poder descubrir tu voz nuevamente.
Amén.

Contemplación:

“Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.”
“En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.”
“Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.”

Acción:

Padre bueno quiero acudir cada día a tu encuentro, a pesar del cansancio de mi corazón. Acallaré mis ruidos para mejor contemplar tu amor.

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