Lectio Divina por Raúl González de Panamá
Invocación al Espíritu Santo
Del Evangelio según san Juan 6, 60-69
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?…«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor, Jesús.
Lectura
La lectura de hoy, en continuación con la de los días previos, nos sitúa en la parte final del Discurso del Pan de Vida.
Luego de haber dicho en la sinagoga de Cafarnaúm “Yo soy el pan de vida que ha bajado del cielo… y quien come mi carne y beba sangre permanece en mi”, los discípulos discuten entre sí y con Jesús; y posteriormente, la respuesta de Pedro.
El cordero de la cena pascual era preparado de tal forma que se le extraía toda la sangre, la cual el sacerdote después del sacrificio se rociaba él y a toda a comunidad reunida en el templo en expiación de los pecados. Y en este contexto, Jesús se sitúa como alimento, el pan de la vida bajado del cielo y que ofrece a beber su propia sangre. Muchos creyeron que Jesús estaba acabando con la celebración de la Pascua y quería usurpar el lugar de Dios, porque no entendían, no querían abrir los ojos, porque después de ver todos los signos de Jesús les costaba abandonar su vida y adherirse por completo a Él, es decir, en propia carne y sangre, a la persona de Jesús. Muchos se escandalizan y se van. Jesús dice que sus palabras son espíritu y vida, porque solamente con la ayuda del Espíritu Santo es posible entender sus palabras y adherirse completamente a su persona, en la comunión.
Así como Israel en el desierto dudó que el Señor estuviera con ellos y muchas veces murmuraron contra Moisés, queriendo volver a Egipto, también los discípulos caen en esta tentación, y desde ese entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.
Solamente quedaron los 12 discípulos, los que él había elegido, y a éstos les pregunta: “¿También vosotros queréis marcharos?. Jesús continúa su misión, no le importa cuántos seguidores tenga. Tampoco doblega o maquilla su discurso para agradar a los que no les gusta, porque el habla lo que escucha del Padre.
La respuesta dada por Pedro, quién quizas no acabe de entender del todo, al igual que los otros discípulos, es una profesión de fe de toda la comunidad a comprometerse por el proyecto del Reino de Dios, de confiar en él, quien tiene palabras de vida eterna.
Meditación
Jesús luego de introducirnos en el misterio eucarístico de su persona nos llama a asumir su misión, que es la voluntad del Padre, y que es a lo que estamos consagrados desde nuestro bautismo.
Comer el cuerpo y beber la sangre, en el lenguaje de hoy, es comulgar, la comunión. Al recibir la Eucaristía, mi cuerpo y mi sangre, ya no seguirán siendo mío, sino de Jesús.
Lo esencial a lo cual me invita esta lectura es a reflexionar cómo estoy viviendo el sacramento de la eucaristía: porque vivir y ser eucaristía, es ser palabra y pan de vida que sacia el hambre de Dios de la humanidad.
Algunas preguntas para meditar la lectura:
1. ¿Con qué actitud escucho y aplico la palabra de Dios en mi vida?
2. ¿Qué sucede cuando lo que Jesús me enseña no compagina con mis criterios y actitudes?
3. ¿Soy consciente que las palabras que Jesús me dirige son para conducirme a la vida eterna?
4. ¿Me he desviado del camino que me ha trazado el Señor con su Palabra, en su Iglesia y en la comunidad?
5. ¿Cuál es la palabra que escucho más en mi diario vivir: las palabras de vida eterna pronunciadas por Jesús o las del mundo?
Oración
Señor Jesús:
Gracias por tu Palabra, que es fuente de vida, de alegría y esperanza en mi caminar detrás de ti.
Gracias por todos los dones y gracias espirituales y temporales con que me has bendecido y propiciado para encontrarme cerca de ti y estar en tu presencia.
Gracias por esta Palabra de hoy, que aunque también fueron duras cuando las pronunciaste aquella vez, no dejan de serlo hoy, porque llegan muy hondo en mi corazón. También muchas veces he querido dar marcha atrás y dejarme llevar por mis criterios y actitudes, cuando las cosas no salen como yo he querido.
No he sido sensato ni fiel testigo de tu misericordia, aún cuando sin exigencias y sin condiciones, me has llamado a vivir tu vida, alimentado por tu presencia perenne en la Eucaristía.
Dame ser como tú, de una sola pieza, sin doblez ni doble discurso sobre todo cuando, con mis palabras y actos, busque hacer la voluntad de Dios.
No permitas que me aleje de ti.
Que mi corazón siempre encuentre el calor y consuelo en tu Palabra
Amén.
Contemplación
“Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
Acción
1. Leer y meditar el evangelio diario o dominical.
2. Buscar algún texto alusivo a la Eucaristía y meditar sobre este sacramento y cómo lo estoy viviendo.
3. Me pongo en el lugar de Jesús. Hoy mucha gente está dejando de ir con Jesús ¿Es culpa de quién? Identifico a alguien cerca de mí y converso con esta persona.