Evangelio del día – Lectio Divina Juan 3, 31-36

Lectio Divina por el Diácono Santiago Molina de Argentina – USA

Jueves II Semana de Pascua Ciclo B

Jueves, 15 de Abril 2021

Invocación al Espíritu Santo

Espíritu Santo, creo en ti. Espíritu Santo, me conozco en ti.

Espíritu Santo, confío en ti. Espíritu Santo, entiendo en ti. Espíritu Santo, vivo en ti.

Amén

Texto:  Evangelio (Jn 3, 31-36)

“El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él’’.

Palabra del Señor

LECTIO (Lectura) – ¿Qué dice el texto?

Este texto de Juan es muy curioso porque, por lo general, los textos del Leccionario eclesial que se usan en los evangelios son (prácticamente todos) palabras directas del mismisimo Jesus.  Pero en este caso, el que habla es Juan el Bautista.

Juan el Bautista está aclarándole a sus discípulos que él no es el Mesías.  Que él no viene de lo alto.  El que viene de lo alto es Jesús, claro.  Que él (Juan) viene de la tierra y que pertenece a la tierra y habla cosas de la tierra.  Juan (el Bautista Y el Evangelista) aquí está intentando separarse de Jesús y de reconocerlo a él como él que viene de la alto y el que verdaderamente viene a explicar, enseñar, predicar, y por último salvar al mundo.  Juan Bautista únicamente lo primerea. O sea, prepara al pueblo, les llama la atención, les avisa quién va a venir y cuándo viene le cede el lugar a él.  Juan es uno de los que acepta el testimonio de Jesús. 

Juan, el Evangelista usa el testimonio de Juan el Bautista para remarcar la diferencia entre lo que es Dios, su reino, lo celestial… y lo terrenal, lo que es material, lo que es “instrumento.” Esto es congruente con lo que nos dice el Prólogo (Juan 1: “en él principio era el verbo…”) y con lo que dice Jesús en su encuentro con Nicodemo.  Luz y Oscuridad, Cielo y Tierra, Alto y Bajo, Eternidad y Temporalidad… contrastes que nos enseñan a entender que nosotros los seres humanos vivimos en la oscuridad, en la tierra, en lo bajo en el tiempo…. que necesitamos ‘renacer’ y entrar en la luz, el Cielo, lo Alto, lo Eterno… que solo creyendo en Jesús y siguiéndolo a él podremos realmente “renacer.”

Es un acto de humildad y de reconocimiento. Es también una oración, una súplica.  Juan ha recibido el Espíritu en su plenitud y señala al que viene y quién es más grande: Jesús.

Juan (y Jesús) nos desafían a “arrancar” las raíces que hemos echado sobre la tierra, sobre lo material, sobre lo mundano… y a “elevarnos” hacia la luz, lo alto, lo celestial. No porque lo terrenal y material sea malo, no … pero porque hemos dejado de lado lo que viene de arriba y hemos “idolatrado” lo material.

MEDITATIO (Meditación): ¿Qué me dice el texto?

Me pregunto:

Y yo, ¿he recibido el Espíritu? ¿Lo acepto?

¿Primereo y le aplano el camino a Jesús?

¿Elijo vivir en la oscuridad, arraigado en la tierra y el mundo?

o, ¿elijo vivir en la luz, elevado por el Espíritu, disfrutando de lo material, pero solo como regalo o instrumento que me hace elevar los ojos a Dios en agradecimiento y adoración?

¿Acepto el testimonio de otros? ¿Quienes son esos otros?

Al meditar sobre todas estas cosas y más me doy cuenta de cuánto me falta para realmente desapegarme de las cosas de aquí abajo.  

En un mundo donde todo se cuestiona y donde prevalece tanto falso testimonio, ¿A quién le creo?

ORATIO (Oración):  ¿Cómo le respondo a Dios?

Señor y Dios mío, no tengo idea a dónde voy.

No veo el camino delante de mí.

No puedo saber con certeza dónde terminará.

Tampoco me conozco realmente, y el pensar que estoy siguiendo tu voluntad no significa que realmente lo esté haciendo.

Pero creo que el deseo de complacerte, realmente te complace.

Y espero tener ese deseo en todo lo que haga.

Espero nunca hacer algo apartado de ese deseo.

Y sé que si hago esto me llevarás por el buen camino, aunque yo ni me dé cuenta de ello.

Por lo tanto, confiaré en ti aunque parezca estar perdido y a la sombra de la muerte.

No temeré porque sé que siempre estás conmigo, y que nunca dejarás que enfrente a mis peligros sin ti.  Amén

(Pensamiento en Soledad – Thomas Merton).

CONTEMPLATIO (Contemplación):  ¿Cómo interiorizo lo que Dios me está diciendo?

Durante el día a repetir en mis pensamientos esta frase:

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna”.

ACTIO (Acción):  ¿Cómo llevo esta Palabra a mi vida? ¿A qué me comprometo?

Me propongo hacer el esfuerzo de mirar al cielo durante el día y durante la noche para recordar y siempre tener en mente que en realidad hay todo un “Reino” Celestial al que también pertenezco y el cual es mi destino.  A “ver” y aceptar al Espíritu Santo y a elevar mi ser y a despegarme de las cosas que me atan y no me dejan vivir la plenitud del Reino.

 

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