Evangelio del día – Lectio Divina Juan 2, 13-22

Lectio Divina por Rosanie García de Venezuela

Se celebra hoy, la Dedicación de la Basílica Mayor de San Juan de Letrán en Roma, la Catedral o cátedra de su primer obispo, San Pedro, que dio testimonio de fe con su propia vida. Fue propiamente la primera iglesia cristiana tras el Edicto de Milán en que se autorizó por el Imperio el culto público.

0. Invocación al Espíritu Santo

Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente. Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame. Y en cuanto corresponde al plan eterno Padre Dios revélame tus deseos.
Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que con silenciosa modestia y en oración, debo aceptar, cargar y soportar.
Sí, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad y la voluntad del Padre. Pues toda mi vida no quiero ser otra cosa que un continuado perpetuo Sí a los deseos y al querer del eterno Padre Dios.
Amén

Lectura del santo Evangelio según san Juan 2,13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor.

1. Lectura, ¿Qué dice el texto? 

El Evangelio nos muestra a Jesús el Hijo, que Él representa al Padre en el mundo. También vemos que han transformado el culto a Dios en comercio. El templo no es ya el lugar del encuentro con Dios, sino un mercado donde vive la presencia del dinero. El culto se ha convertido en pretexto para el lucro. Jesús ataca la institución central de Israel, el templo, símbolo del pueblo y de la elección. Denuncia que ha sido usurpada al templo su función histórica: ser símbolo de la morada de Dios en medio de su pueblo. La primera reacción al gesto de Jesús viene de parte de los discípulos, que lo asocian al salmo 69,10: “el celo por tu casa me devorará”. La segunda reacción viene de parte de los sumos sacerdotes, que reaccionan en nombre de los vendedores: “qué señal nos muestras para hacer estas cosas” (V.18). Le piden un signo; él les da el de su muerte: “destruid este templo y en tres días lo reedificaré” (v.19). Jesús es el templo que asegura la presencia de Dios en el mundo, la presencia de su amor; la muerte en cruz hará de Él el templo único y definitivo de Dios. El templo construido por manos de hombre ha caído; Jesús lo sustituirá, porque Él es ahora la presencia de Dios en el mundo; en Él está presente el Padre.

2. Meditación, ¿Qué nos dice Dios en el texto?

El evangelista Juan, al poner este relato al principio de su evangelio quiere darle un valor programático. El viejo templo de Jerusalén debe ser sustituido por el nuevo. Los antiguos sacrificios de animales deben dar paso al verdadero sacrificio agradable al Padre: El de su Hijo muerto en la Cruz. Y el Nuevo Templo será el Cuerpo Resucitado de Jesús. Si el viejo templo, casa de su Padre, no se podía convertir en “mercado” el Nuevo, mucho menos. Nadie puede hacer negocio con las cosas de Dios. Los cristianos somos “templos vivos del Espíritu Santo” (1Cor. 3,16). Y en este “nuevo templo” no sacrificamos animales, sino que somos nosotros mismos la ofrenda: “Os exhorto a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual” (Rom, 12,1). Yo soy el pan y el vino del sacrificio. Como pan debo de partirme, dar mi vida por los demás.
Reflexión personal:
• ¿Has comprendido que el signo del amor de Dios para ti no es ya el templo sino una persona, Jesús crucificado?
• ¿Sabes que este signo se te ofrece personalmente para tu liberación definitiva?

3. Oración, ¿Qué le decimos a Dios?

Señor, al acercarme al Evangelio de Juan me siento fuertemente atraída/o por un “impacto de novedad”. Hablas de un nuevo templo, de un nuevo vino, de un nuevo pan, de una nueva vida. ¿Cómo es posible vivir tanta novedad con una vida vieja? Señor, hazme nueva/o, renuévame por dentro, capacítame para las sorpresas que Tú me quieres dar.

4. Contemplación: ¿Cómo interiorizamos la Palabra de Dios? 

“El templo es un lugar donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a darle gracias, pero sobre todo a adorar: en el templo se adora al Señor. Y este es el punto importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas, ¿Qué es más importante? Lo más importante es la adoración: toda la comunidad reunida mira al altar donde se celebra el sacrificio y adora. Pero, yo creo – humildemente lo digo – que nosotros cristianos quizá hemos perdido un poco el sentido de la adoración y pensamos: vamos al templo, nos reunimos como hermanos – ¡es bueno, es bonito! – pero el centro está donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios. ¿Nuestros templos, son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración? Jesús echa a los mercaderes que habían tomado el templo por un lugar de comercio más que de adoración. (Cf. S.S. Francisco, 22 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).

5. Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? 

Señor, la oración de hoy me compromete. El verdadero Templo es Jesucristo Resucitado al que yo debo de adorar. Y también nosotros somos “templos vivos del Espíritu Santo” y debemos de cuidar mucho para no destruirlo. Si nos viéramos como “templos del Señor” nos respetaríamos mucho más y no haríamos daño a nuestros hermanos ya que eso supondría una profanación. ¡Gracias, Señor, ¡por la dignidad que nos has dado!
Señor, me comprometo a vivir en tu voluntad, a caminar por la vida de tu mano, con un corazón acogedor y disponible, dócil para ser un nuevo templo para ti y mis hermanos.

Acerca de Rosanie Garcia Díaz Tachinamo

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