Lectio Divina por José Eduardo Ramírez de Guatemala
Martes V Semana de Pascua Ciclo B
Invocación al Espíritu Santo
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría:
dame mirada y oído interior para que no me apegue a las cosas materiales,
sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de amor:
haz que mi corazón
siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo. Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad
en toda su plenitud.
Ven a mí, Espíritu Santo,agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar
a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin.
Amén.
1. Lectura del santo Evangelio según san Juan (14, 27-31ª)
“«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se turben ni tenga miedo! ya oyeron lo que les dije: “Me voy, pero regresaré con ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho ahora esto, antes de que suceda, para que crean cuando suceda».
«Ya no hablaré mucho con ustedes, porque viene el Príncipe de este mundo. Y aunque él no tiene poder sobre mí, el mundo tiene que saber que yo amo al Padre y que hago siempre lo que él me encomendó.»
¿Qué dice el texto?
Jesús les deja a sus discípulos “su” paz, esto es, la seguridad y la protección que solamente pueden provenir de Él. No es solamente una palabra, sino que se fundamenta en la comunión con el Padre y con Jesús y la presencia del Espíritu Santo que nos guía. La comunión con Dios arranca de raíz las preocupaciones, los miedos, las inseguridades, siempre que sea vivida y experimentada en la fe. Cuando Dios está en la vida de uno, todo es distinto. Mientras la realidad de este mundo, nos hunden en angustias y temor, la paz del Señor nos da seguridad y confianza.
La comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, nos da alegría. Después de la tristeza y dolor por la muerte de Cristo, la gloria que Él obtiene en la Resurrección, alcanza a cada uno de los discípulos de Jesús, que se unen en comunión con Él y obtendrá la plenitud de la alegría.
También nos recuerda el Señor, que el mal todavía sigue gobernando en el mundo, pero que en Él, no tiene poder. Y no tiene poder, porque Jesús lo venció por el amor.
El regreso de Jesús al Padre, genera la alegría, porque sus discípulos, quienes estén plenamente unidos a Él, recibiremos el Espíritu Santo y con su poder podremos vencer el mal que tiene sometido al mundo.
2. Meditemos
¿Qué nos dice el texto?
Quien acoge la presencia de Dios Padre e Hijo en su vida, caminando todos los días bajo la guía del Espíritu Santo, enfrenta la vida de una manera distinta: con paz. Las dificultades propias de la vida cotidiana, que muchas veces nos causan desasosiego y perturbación, no nos encuentran desvalidos o desarmados, como si no tuviéramos ayuda o camináramos sobre suelo pantanoso, porque Jesús ya nos ha dado su paz y su seguridad.
Por eso es bueno que nos preguntemos:
¿Cómo es mi relación con Jesús? ¿Vivo unido a Él o todavía vivo lleno de temor? ¿Lo siento cercano?
Esa Paz que recibo del Señor, ¿la transmito a mis hermanos? ¿Amo a mis hermanos como Dios me ama?
3. Oración
¿Qué me hace decirle al Señor el texto?
“Ahora comprendo, Jesús, que la obra del Espíritu es la experiencia más maravillosa que pueda haber, porque en él, tú te estás quedando en mí para llenar mis soledades e inseguridades, para curar mis penas y mis temores, para vencer en mis combates.
Amado Señor, Dios encarnado por mí, yo quisiera siempre estar contigo porque tú lo estás conmigo, es más, estás en mí”. Amén.
¿Qué más le queremos decir al Señor?
4. Contemplación
¿Qué mueve en mi corazón el texto?
Propongo que interioricemos en nuestro corazón y que le repitamos al Señor:
“Señor, hazme un instrumento de tu Paz”
También en el silencio de tu corazón, puedes meditar otra frase que te lleve a interiorizar más el texto que hemos leído.
5. Acción
*¿Qué me mueve la Palabra de Dios para ser don para los demás?*
En el contexto de la pandemia que vivimos, de este momento de esperanza que pronto saldremos de ella, pero que muchas veces vemos nuestras comunidades que se encuentran sin aliento, sin motivación. Donde el espíritu de búsqueda del Señor se ha enfriado en muchos de nuestros hermanos, es bueno que pensemos:
¿Cómo voy yo a mover a mis hermanos a que sientan la Paz del Señor?
Por ello les invito a que miremos a nuestro alrededor. Veamos quiénes de nuestros hermanos, no se le ve participar (incluso algunos Cristonautas), su entusiasmo de búsqueda del Señor pareciera que se ha apagado, sus publicaciones o conversaciones, están llenas de desesperanza y de temor. Pero el Señor ha Resucitado y nos da su alegría y sus discípulos misioneros estamos llamados a ser sus emisarios y recordarles que Dios nos ama y que nos ha dado el regalo de la Paz.