Lectio Divina Dominical XXVIII del Tiempo Ordinario Ciclo C

«Jesús, Maestro, ¡ten misericordia de nosotros»

Hno. Ricardo Grzona, frp
Dr. Emilio G. Chávez

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PRIMERA LECTURA: 2 Reyes 5, 14-17
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 98(97),1.2-3.3-4
SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 2, 8-13

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Lucas 17, 11-19

11 Jesús continuó yendo a Jerusalén y pasó entre las regiones de Samaria y Galilea. 12 Cuando estaba entrando en una aldea, diez leprosos fueron a su encuentro, se detuvieron desde lejos 13 y gritaron: “Jesús, Maestro, ¡ten misericordia de nosotros!”

14 Jesús, viéndolos, les dijo: “Vayan y preséntense a los sacerdotes”. Sucedió que mientras iban por el camino, fueron sanados. 15 Entonces uno de ellos vio que había sido sanado, volvió alabando a Dios en voz alta. 16 Se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias. Este hombre era un samaritano. 17 Jesús le dijo: “¿No eran diez los que fueron sanados? ¿Dónde están los otros nueve? 18 ¿Por qué solo este extranjero volvió para dar gloria a Dios?” 19 Y Jesús le dijo: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Un tema importante que nos puede dar una perspectiva para leer las lecturas de este domingo es el del extranjero. En la primera lectura, uno que no era israelita, Naamán, de Siria, es curado. El profeta Eliseo no acepta regalo de él, pero el sirio se lleva consigo tierra de la Tierra Santa: se ha vuelto un adorador del Dios de Israel. Jesús, en su primer sermón en su pueblo natal (Lc 4:16-30), dijo que “ningún profeta es aceptado en su tierra natal,” y luego da dos ejemplos de buenas obras hechas a extranjeros por los profetas de Israel: Elías a la viuda de Sidón, Eliseo al leproso de Siria. Esto no les cayó bien a sus conciudadanos, que entonces quieren matar a Jesús.

En la segunda lectura, Pablo está en prisión, pero la Palabra de Dios no está encadenada. ¿Tenemos la tendencia de querer encadenar a Dios y a su Palabra? ¿Restringimos el área en que Dios debe reinar? ¿Hay límites a lo que ponemos a la disposición de Dios?

En el Evangelio, Jesús sana a diez leprosos, todos judíos excepto uno; el único que regresa a darle gracias es un samaritano, un “extranjero” despreciado por los judíos, que ni siquiera les hablaban (ver Juan 4:9). Jesús les había dicho a los leprosos que fueran a mostrarse a los sacerdotes como exigía Levítico 14. Es difícil comprender a dónde pudiese haberse encaminado el samaritano junto con los demás leprosos: no adoraban a Dios en el mismo lugar ni con los mismos sacerdotes. Pero lo que se subraya es que sólo el extranjero hizo lo correcto.

Jesús da a entender que no por pertenecer al pueblo judío está la salvación, porque aquí es muy claro que la salvación Él la ofrece para todos, sin excepciones. Pero pone como condición reconocerlo a Él como Mesías, Señor y Salvador.

Preguntémonos para reconstruir el texto:

1. ¿Hacia dónde se dirigía Jesús y qué lugares atravesaba?
2. ¿Quiénes le salieron al encuentro?
3. ¿Qué es lo que le decían estas personas a Jesús? ¿Qué título le dan a Jesús?
4. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? ¿Ante quienes debían presentarse?
5. ¿En dónde está escrito aquello que personas de esta condición debían hacer?
6. ¿Qué hizo el extranjero? ¿Dónde volvió?
7. ¿Qué fue lo que preguntó Jesús?
8. ¿Qué fue lo que le dijo Jesús al extranjero?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

Hoy en día hay un gran debate mundial sobre la inmigración. Las lecturas de este domingo nos llaman a ser más libres con el extranjero, más compasivos. En la mayoría de nuestros países ocupamos la tierra que perteneció a otros, hemos dado la bienvenida y atraído a grandes mentes y talentos para enriquecer a nuestras sociedades, quizá empobreciendo a otras naciones. Ahora sabemos que hay personas muy humildes y pobres en nuestros países que hacen trabajos muy duros que otros no quieren hacer, dando un ejemplo de austeridad, mientras envían ayudas económicas a seres queridos aún más necesitados. ¿Qué nos inspiran a pensar las lecturas de hoy?

1. ¿Estoy consciente que Jesús pasa por mi vida, por mi camino?
2. ¿Reconozco a Jesús, el maestro? ¿Qué quisiera decirle?
3. ¿Cuáles son aquellas cosas que no han sido curadas en mi vida, en mi mente, en mis recuerdos, en mi espíritu? ¿Podría reconocer estas cosas?
4. ¿Soy capaz de acercarme al Señor Jesús y decirle: Jesús, maestro, ten piedad de mi?
5. ¿Alzo la voz para que el Señor, el Maestro me escuche? ¿Mi oración es tan interna que ni siquiera yo la escucho….?
6. ¿Qué significaría hoy el gesto de ir a presentarse a los sacerdotes? ¿Podríamos hacer una paráfrasis, y reconocer también la necesidad del sacramento de la reconciliación para presentarme ante el Señor?
7. ¿Soy agradecido con el Señor? ¿O mi vida es un sinfín de porqués que no entiendo? ¿Puedo ver todo lo que Él me regala, me ayuda, me conduce?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.
Gracias por todos los dones que me has dado. Por la vida, por la salud, por el conocimiento que tengo de Ti y porque te reconozco como Maestro.
Dame Señor la gracia que también pueda yo decir: ¡Ten piedad de mí!
Que sea humilde, que reconozca todo lo que me falta para poder vivir de acuerdo a tu proyecto de amor.
Dame fuerza para alzar mi voz, para reconocerte públicamente como el Señor, el Maestro, el dueño de la vida.
Gracias porque has venido a limpiarme de mis impurezas, porque el enemigo que me engaña y me ata con sus confusiones, ya no tiene fuerza sobre mí, porque tu Palabra Salvadora me limpia, me purifica y me lleva a estar con mis hermanos, en la Iglesia.
Gracias Señor.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.

Amén

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Jesús, Maestro, ¡ten misericordia de nosotros»
(Versículos 13)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Queremos entrar por la puerta estrecha…. ¿Qué debemos cambiar en nuestra vida para entrar por esta puerta estrecha?

En lo personal, volver sobre este texto, haciendo un profundo examen de conciencia sobre las cosas que son impuras en mi vida, y que me enferman. Ponerlas ante el Señor y agradecerle la salud y la limpieza del corazón. Para esto, será importante como acción visitar personas que estén enfermas o necesitadas de una palabra de aliento. Así como el Señor gastó su vida y su tiempo por nosotros, hacer lo mismo, dando de nuestro tiempo a los demás.

Con tu grupo, proponerse una actividad externa para demostrar que sí se ha entendido este texto y estamos cambiando. Ya que habla de enfermos, buscar a los enfermos o personas que no puedan salir de sus casas y hacerles una visita, ir a orar con ellos, como comunidad de jóvenes, no dejemos desamparados a nuestros más débiles de la comunidad y acompañarlos animándolos espiritualmente. Posiblemente, si no exista un ministerio especial en tu parroquia o movimiento, busca la forma de crear un servicio para visitar a los enfermos.

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