Lectio Divina Dominical XVIII del Tiempo Ordinario Ciclo C

«Quien acumula riqueza para sí mismo, pero no es rico en lo que se refiere a Dios»

Hno. Ricardo Grzona, frp
Dr. Emilio G. Chávez

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PRIMERA LECTURA: Eclesiastés 1,2.2,21-23
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 90(89),3-4.5-6.12-13.14.17ab.
SEGUNDA LECTURA: Colosenses 3, 1-5.9-11

Invocación al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Lucas 12, 13-21

13 Un hombre en la multitud le dijo a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia que nos dejó nuestro padre”.

14 Jesús le dijo: “Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor de la propiedad entre ustedes?”

15 Y continuó, diciendo a todos:

“¡Presten atención! Tengan cuidado con todo tipo de codicia porque la vida de una persona no depende de la abundancia de los bienes que tiene”.

16 Entonces Jesús les contó la siguiente parábola:

“Las tierras de un hombre rico habían producido una gran cosecha. 17 Entonces él comenzó a pensar, diciéndose: ‘No tengo lugar para guardar esta cosecha. ¿Qué voy a hacer?’ 18 Se dijo:  ‘¡Ya sé! Derribaré mis almacenes de granos y construiré otros más grandes. En ellos mantendré todo mi grano junto con mis bienes’. 19 Luego me diré a mí mismo: ‘Tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Ahora descansa, come, bebe y alégrate’. 20 Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta noche vas a morir; entonces, lo que has almacenado ¿de quién será?” 21 “Esto es lo que sucederá a quien acumula riqueza para sí mismo, pero no es rico en lo que se refiere a Dios”.

TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Eclesiastés (Qohelet) 1:2; 2:21-23; Lucas 12:13-21

Apreciados Amigos Cristonautas, las lecturas de este domingo y del próximo nos presentan a la vida humana con sus preocupaciones bajo el punto de vista de la escatología, es decir, del fin de la vida, el fin del tiempo, en su doble sentido: nuestra vida llegará a su fin, no cabe duda, y debemos preguntarnos por el fin, el sentido, el por qué, de nuestra vida.

El libro de la biblia llamado Qohelet, el “predicador” o “el que reúne a la asamblea” (posibles traducciones de este nombre que hoy se le da al Libro del Eclesiastés), era un sabio que se preguntó por el sentido de la vida, llegando a la famosa conclusión que todo es “vanidad,” en hebreo hevel, “vapor,” como lo que se esfuma y perece fácilmente (de ahí viene el nombre de Abel). La vida pasa, es efímera, ¿cómo debemos vivirla? Quizá para Qohelet no había una buena respuesta. Concluye que no vale la pena ser demasiado bueno, que lo mejor es disfrutar del trabajo y de la vida (matrimonial, etc.), porque no se sabe qué habrá después de la muerte. Sin embargo, se debe temer (respetar) a Dios. Es una buena reflexión preliminar del Antiguo Testamento.

Con Cristo viene la plenitud de la revelación. Debemos de tener en cuenta la lectura de Lucas del domingo siguiente, que nos amonesta a vender lo que tenemos y dar limosna (Lc 12:33). La lectura de este domingo nos advierte contra la avaricia: Dos hermanos se pelean por la herencia (algo que conocemos por experiencia). Algunos comentadores dicen que quizá las reglas para esos casos contenidas en los Libros de Antiguo Testamento de: Números 27:1-11 y también Deuteronomio 21:15-17 no se estaban observando. La “ley de Cristo,” que según san Pablo es que cada uno lleve las cargas de los demás (Gálatas 6:2), está por encima de tales disputas. Cristo dijo que si te quieren quitar el manto, que les des también la túnica (Mateo 5:40), y que no deberíamos poner pleitos legales, sino colmar de bienes a nuestros deudores (tal es el sentido del crescendo que tenemos en Lucas 6:37:-38, que se debe entender así: no poner pleito legal; no buscar dictamen; no buscar la condena del deudor a que pague, pues no puede; descartar la acción legal; y darle al que te debe, pues te debe porque es pobre y no te puede pagar). Y así nos tratará Dios a nosotros (ver la parábola de los dos deudores en Mateo 18:23-35).

Cristo rehúsa resolver la disputa de los hermanos llevada por la avaricia. Y demuestra el por qué con una parábola, la de un rico egoísta que sólo piensa en sí mismo y sólo conversa con sí mismo. Tiene abundancia, pero no piensa en los demás, y así no podrá conservar su verdadera vida. Cristo, buen pedagogo, deja a sus oyentes con una pregunta: las cosas acumuladas, ¿para quién serán?, que es como decir, “¿De qué se trata la vida, ¿cuál es su fin?” Unas buenas preguntas para ser respondidas.

Reconstruimos el texto:

1.    ¿Cómo comienza el texto? ¿quién se dirige a Jesús? ¿Qué le pregunta?
2.    ¿Cuál es la respuesta de Jesús a esta persona?
3.    ¿Qué añadió Jesús para todos los que lo escuchaban? ¿Cuál es la exhortación?
4.    ¿Con qué parábola finaliza Jesús este comentario?
5.    ¿Qué Síntesis final dijo Jesús?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:   

1. ¿Cuáles son las cosas que yo tengo, en las que yo tengo puestas mis atenciones?
2. ¿Podría hacer un listado de estas cosas que tengo y que estoy bastante apegado?
3. ¿Alguna vez he discutido con alguien sobre quién debe tener derechos sobre algún bien material?
4. ¿Podrías recordar estas escenas en las que tú has defendido fuertemente estas posesiones?
5. ¿Qué sientes ahora, luego de escuchar las palabras de Jesús sobre el tema?
6. ¿Cómo te llega la palabra de Jesús que la vida no depende de los bienes? ¿A qué te motiva?
7. La parábola que Jesús cuenta sobre esta persona avara que quería acaparar bienes ¿cómo toca tu corazón?
8. Vivimos en un mundo donde las personas se sienten más importantes y más seguras dependiendo la cantidad de bienes que administran. ¿Tú te dejas llevar por esta corriente? ¿Hasta qué punto la sociedad te ha llenado tu cabeza y tu corazón de estas cosas?
9. ¿Podrías hacer un examen de conciencia sobre todo esto?
10. Piensa que será muy útil pedirle perdón al Señor si hubiera algo en lo que tú estés apegado, y recurrir al sacramento de la Reconciliación si en tu conciencia tienes algo sobre esto que quieras presentarlo al Señor.

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

Podemos, luego de este diálogo, recitar el Salmo 10, con nuestro corazón decidido a ser humildes.

10,1: ¿Por qué, Señor, te quedas lejos
y te escondes en los momentos de peligro?
10,2: El malvado, que persigue con arrogancia al humilde,
será atrapado en las intrigas que urdió:
10,3: Sí, el malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor;
10,4: el malvado dice con arrogancia:
Dios no pedirá cuentas,
no existe –así piensa–.
10,5: Su opulencia dura por siempre;
tus excelsos decretos le son ajenos,
los desprecia con total violencia.
10,6: Piensa: No vacilaré jamás,
siempre seré feliz y afortunado.
10,7: Su boca está llena de engaños y fraudes,
en su lengua encubre maldad y opresión;
10,8: se pone al acecho junto a los poblados
para matar a escondidas al inocente;
sus ojos espían al desgraciado,
10,9: acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al humilde para secuestrarlo,
secuestra al humilde arrastrándolo en su red.
10,10: Se agazapa, se acurruca,
y los indigentes caen en sus garras.
10,11: El malvado piensa: Dios se ha olvidado,
se ha tapado la cara y ya no ve.
10,12: ¡Levántate, Señor, extiende la mano,
no te olvides de los humildes!
10,13: ¿Por qué el malvado desprecia a Dios
pensando que no le pedirá cuentas?
10,14: Pero tú ves las penas y desgracias,
tú los miras y los tomas en tus manos:
El débil se encomienda a ti,
tú eres el protector del huérfano.
10,15: ¡Quiebra el brazo al malvado y págale su maldad!
Sólo tú rastreas su iniquidad.
10,16: El Señor es rey eterno, por siempre,
y los paganos desaparecerán de su tierra.
10,17: Tú escuchas, Señor,
los deseos de los humildes,
los reconfortas y les prestas atención.
10,18: Si defiendes al huérfano y al oprimido,
el hombre de barro jamás infundirá terror.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría.  Añadimos nuestras intenciones de oración.

Amén

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Quien acumula riqueza para sí mismo, pero no es rico en lo que se refiere a Dios»
(Versículo 21)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCIÓN: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?

Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, sería bueno proponernos un cambio sobre lo que hemos pensado que el Señor nos dice directamente. Personalmente, ofrece alguno de los bienes que tú tengas para compartirlos con aquel que tenga menos. Puedes hacer esta obra de caridad.

Si estoy en grupo de amigos, te proponemos que leyendo este texto bíblico y haciendo el ejercicio de Lectio Divina, puedan también motivar a otros a desprenderse de bienes personales, que aún en muy buen estado de conservación, puedan ser útiles a personas necesitadas.

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