LECTIO DIVINA
SÁBADO, 11 DE MARZO DE 2023.
Sábado II Semana de Cuaresma
Franklin Conil de Venezuela 🇻🇪
INVOCACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Invoquemos al único que puede convertir nuestros corazones y cambiar nuestra manera de pensar.
Pidámosle al amor entre el Padre y el Hijo, que nos convenza de que el verdadero rostro de Dios es la misericordia.
Pidámosle al Espíritu Santo que nos libre del fariseísmo y de la murmuración.
Amén.
LECTURA
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Palabra del Señor.
El evangelista san Lucas nos presenta la parábola del Padre misericordioso, conocida comúnmente como la parábola del hijo pródigo.
El contexto del relato es la acogida de los publicanos y pecadores por parte de Jesús y la crítica de los fariseos ante esto.
El Señor compara el Reino de Dios con un Padre lleno de amor y de ternura que está siempre dispuesto al perdón.
Los principales destinatarios de esta parábola son los fariseos que pensaban que Dios amaba a los buenos y rechaza a los malos.
MEDITACIÓN
El Evangelio comienza diciendo que «en aquel tiempo se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores».
Por lo general, hay una excusa popular para asistir a la Iglesia que consiste en considerarse tan pecador que no se puede entrar a la Iglesia pues si entro a la Iglesia ésta se va a caer.
Como dice un escrito que se suele colocar a las afueras de los templos: «Nadie es tan bueno que no necesite entrar y nadie es tan malo que no pueda hacerlo».
Todos estamos llamados a la conversión y Dios nos acoge a todos. Este tiempo de cuaresma es el tiempo de gracia.
Lamentablemente ha calado más la actitud de los fariseos del Evangelio, esa que tal vez tú y yo hemos asumido alguna vez: creernos mejores que los demás y murmurar contra aquellos «malos» que desean acercarse a Dios.
Cuánto daño nos ha hecho la murmuración de «los buenos». A cuántos han alejado los comentarios mal sanos hechos, en su ausencia, por personas que se consideraban mejores.
Nos hemos convencido de que Dios ama a los buenos y rechaza a los malos. Esto es ciertamente una falsa imagen de Dios que exige un cambio de mentalidad.
En este pasaje Jesús nos presenta el verdadero rostro de su Padre, que no es otro que la misericordia.
Centremos nuestra atención en las actitudes misericordiosas del padre de la parábola: espera sin límites, nos ve de lejos, sale corriendo a nuestro encuentro, nos abraza y nos llena de besos, nos restituye nuestra condición de hijos, celebra nuestro regreso.
ORACIÓN
Los invito a cantar alguna de estas canciones: El amor de mi Dios o Tierno o recitar el salmo 103 haciendo énfasis en los siguientes versículos:
«Él perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias.»
«Él rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de ternura».
CONTEMPLACIÓN
Gocemos de la presencia del Señor:
«…cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos».
ACCIÓN
Preparé una buena confesión con la conciencia de que Dios está siempre dispuesto al perdón.
Le pediré al Señor que me cure de actitudes fariseas como son creerme bueno y rechazar a los malos.
A la luz del Espíritu Santo me identificaré con algún personaje de la parábola.