Lectio Divina por Franklin Conil de Venezuela
Invocación al Espíritu Santo
Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debla quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Palabra del Señor
Nos encontramos al final del capítulo siete del Evangelio según San Lucas, evangelio de la misericordia.
Jesús es invitado por un fariseo a comer en su casa. En el marco de la comida, una mujer, pecadora pública, entra a la casa del fariseo y tiene un gesto de amor con Jesús.
El Fariseo, a quienes los evangelistas Mateo y Marcos llaman Simón el leproso, desprecia a la mujer por su condición pecadora y critica a Jesús en su interior, por permitir dicho gesto.
El Señor, dirige al fariseo la parábola de los dos deudores para enseñarle sobre la calidad del amor como fruto del perdón.
Como sabemos los fariseos se creían perfectos,y por lo tanto, despreciaban a los demás. Pensaban equivocadamente que su «vida impecable» les hacía merecedores de reconocimientos humanos y del amor de Dios.
El Señor aprovecha para enseñar sobre la calidad del amor que se muestra ante el perdón misericordioso de Dios.
En este pasaje observamos por una parte, dos actitudes que contrastan. En primer lugar, la soberbia solapada del fariseo que, aunque tuvo el gesto de invitar a Jesús a comer en su casa, no reconocía la dignidad divina del Maestro ni se reconocía pecador.
En segundo lugar, la actitud amorosa, humilde y delicada de la mujer que, a los pies de Jesús, llora sus pecados suplicando su perdón.
Por otra parte encontramos la actitud de Jesús, que está dispuesto a derramar su perdón a todo aquel que se arrepienta y suplique su perdón.
Meditación: ¿Qué te dice el texto?
La siguiente frase puede iluminar nuestra reflexión: Dime cuánto amas y te diré cuánto debes.
Te invito a profundizar nuestra meditación:
¿Con cuál de los personajes te identificas? ¿Eres como Simón el fariseo que se cree perfecto, poco necesitado de la misericordia de Dios y desprecia a los demás? ¿Eres como la mujer pecadora que llora sus muchos pecados y muestra mucho amor a Jesús? ¿Eres como Jesús dispuesto siempre al perdón y no juzga?
Oración: ¿Qué le dices a Dios?
De manera espontánea o por medio de una oración o canción conocida te invito a expresar los sentimientos que produce en ti este Evangelio.
▪︎Puedes expresar tu agradecimiento a Dios por su amor misericordioso.
▪︎Puedes pedirle perdón por tus muchos pecados.
▪︎Puedes suplicarle te conceda el don del arrepentimiento y el don de lágrimas.
Contemplación: Disfruta de la presencia de Jesús.
«Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Acción: ¿Qué te lleva hacer el texto?
Te invito a tener un gesto de amor con una persona necesitada viendo en ella al mismo Jesús que tanto perdón te ha brindado.
Hoy, jueves Eucarístico, si tienes la oportunidad, visita un templo y ante el Sagrario, póstrate ante Jesús, pídele perdón por tus pecados y ten un gesto de amor con él.