Lectio Divina por el Padre Héctor Ramírez de Colombia
Domingo III Semana de Cuaresma Ciclo B
Soy Héctor Fabio Ramírez, Presbítero colombiano y quiero compartir el ejercicio espiritual de la Lectio Divina.
Invocación al Espíritu Santo:
Gracias te damos Señor por tu Palabra; queremos conectar con ella, por eso te pedimos la gracia de tu Santo Espíritu; avívalo en nosotros para que podamos escuchar tu voz a través de este texto que queremos leer y meditar, por Jesucristo Nuestro Señor, Amén.
1. Lectura: les invito a ver y escuchar el video que contiene el Evangelio de hoy:
Domingo III de Cuaresma Ciclo B: Juan 2, 13-25 #Bibletowatch
¿Por qué Jesús se enoja cuando llega al templo de Jerusalén?
¿Cuál es el reclamo que hace Jesús con respecto a la casa de Dios?
Ciertamente, el Templo de Jerusalén era el sitio por excelencia de la presencia de Dios para los judíos; Jesús al entrar allí, reconoce la deformación de la finalidad del mismo como lugar para el encuentro con Dios; Jesús ve que han convertido el lugar de oración en un negocio más, por eso se muestra impaciente e iracundo contra aquellos que utilizan el lugar sagrado para sus propios intereses.
2. Meditación:
Hoy podemos entender mejor lo que sucedió allí en el Templo de Jerusalén; primero, el evangelista Juan expresa en 2,17 «El celo por tu casa me devorará», palabras tomadas del Salmo 69,10 que profetizan esta actitud de Jesús; inmediatamente, agrega el evangelista la interpelación de Jesús a destruir el «templo», asegurando que Él lo reconstruirá en tres días (Jn 2,19), aclara San Juan que se refería a su propio cuerpo (Jn 2,21). Esta comprensión no fue en ese instante de la ira de Jesús en el Templo, fue años después que se entendió lo que realmente pasó y dijo Jesús allí (Jn 2,22).
Para un pueblo para el cual el Templo (construcción) fue tan importante en su vida social durante siglos, no fue fácil entender, primero que el cuerpo de Jesús era el verdadero Templo de Dios, y además, entender que el cuerpo humano, también era santuario de Dios. De hecho, esto lo entendieron los primeros judíos convertidos al cristianismo, años después (Jn 2,22).
A la luz de esta comprensión y de las palabras expresadas en los otros evangelios (Mt 21,12-13; Mc 11.11.15-17; Lc 19,45-46), resuena la profecía de Is 56,7 que anuncia «al pueblo de Dios como casa de oración». Esto es lo que debe ser nuestro templo (edificio) hoy: Casa de oración, no «una casa de mercado» (Jn 2,16), ni «una cueva de bandidos» (Lc 19,46). Pero, esto es también lo que debe ser nuestro cuerpo hoy: Casa de oración (Is 56,7), lugar de encuentro con Dios, para mí y para los otros, pues nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo» (1 Co 6,19).
¿Qué entiendo yo por templo?
¿Logro comprender que soy parte del glorioso templo de Dios que es el cuerpo de Jesús?
¿Cómo entiendo que yo soy casa de oración?
¿Qué pienso con la frase: «soy templo del Espíritu Santo»?
3. Oración:
Oh Dios, qué maravilloso es saber que soy más sagrado que cualquiera de los templos de este mundo, pero esto se me olvida con frecuencia y termino haciendo de mi cuerpo y vida, una cueva de bandidos, un mercado.
Quiero darte Gloria con mi cuerpo (1 Co 6,19), ayúdame porque esto se me queda en buenos propósitos, pero no lo logro concretar en el día a día.
«Señor, no abandones la obra de tus manos que soy yo» (Salmo 138,8).
4. Contemplación:
«Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos» (Is 56,7).
5. Acción:
¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
En lo personal, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Es importante tomar una actitud de asumir el texto sagrado. Debo preguntarme muy seriamente cuál es la actitud que tomaré para mostrar mi cambio. Puede ser en una doble línea: Por un lado dedicar mi tiempo, mi esfuerzo y también recursos económicos para apoyar a que el templo de mi comunidad esté en buenas condiciones y digno. También ver de hacer una ayuda específica a personas que sufren, porque ellos también son templo de Dios.
Con tu grupo, haremos una revisión de cuál es nuestra actitud con respecto al templo. Por ejemplo la limpieza, el orden, y cuidarlo como grupo. La Iglesia somos todos, pero nuestro templo parroquial es el lugar sagrado de celebración comunitaria de los sacramentos. Ver qué más podemos hacer para mantenerlo digno. Y hacia afuera, como grupo ver dónde hay alguna capilla que la gente más necesitada de nuestra Iglesia quisiera mejorarla (ya sea limpieza, pintura, arreglos) y hacer esta acción misionera con quiénes lo necesiten.